El otro día me encontré con un amigo que me dio noticias excelentes. Además de conservar la amistad pensé para mí, me dijo que se acababa de jubilar. Me emocioné. Es que es emocionante que haya quien cumpla el periodo de tiempo de actividad, porque significa que la ha tenido, y además dé el pase a la vida contemplativa en condiciones. También me emocioné porque estaba leyendo un periódico, y esto es motivo de veneración, qué héroes aún quedan.
Después de consensuar y afirmar los dos sin duda alguna que los 60 son los nuevos 40, y que los 40 son los 30 y los 70 los 50 y alguna cosa más que se nos está enredando la cosa, me dijo que estaba muy interesado últimamente en el asunto de la longevidad, que lo ha visto en la tele y lo ha leído en periódicos e incluso en alguna publicación especializada.
Hace unos meses, el presidente ruso, Vladimir Putin, y su homólogo chino, Xi Jinping, fiueron pillados por un micrófono abierto –la cagaron sus servicios de seguridad– hablando sobre la longevidad y, en concreto, sobre una posible inmortalidad, me recuerda. “El genetista de Harvard David Sinclair –un reconocido estudioso sobre el envejecimiento, tuve que buscar–, ha dicho que la primera persona que vivirá 150 años ya nació“, me asegura. “Y no lo sabe, pobre”, le respondo.
“La empresa china Lonvi Biosciences radicada en Shenzhen– habría probado una pastilla antienvejecimiento. En concreto, habría desarrollado esta cápsula a partir de la molécula PCC1, que es extraída del extracto de semilla de uva y podría prolongar la vida hasta los 150 años de edad”, me enseña en el teléfono móvil. “La empresa habría probado este fármaco en ratones, aumentando su longevidad”, mantiene el tema de conversación.
Mi amigo el jubilado sigue fantástico. Hace más planes con la familia, cuida de los suyos y se cuida él, va al gimnasio como certifican sus espaldas, come sano y mantiene una intensa vida intelectual con lecturas y charletas decentes. No sabe lo que es Tik Tok, lo que le preserva de algunos males. Entre los periódicos enrollados debajo del brazo sale un folleto de un establecimiento de ropa deportiva. “¿Cómo me quedarán unas mallas con 120 años?”, me pregunta. Unos santos tiene de familia. Él es solo un soñador.