Estoy escuchando el Tunnel Of Love del Alchemy Live de Dire Straits, así en modo bucle. Poco antes me he zampado una versión del Lakes of Pontchartrain que hizo Bob Dylan hace unos días y otra con la que cerró en Dublín su gira europea y que era nada menos que el Rainy Night in Soho de Shane MacGowan, cantando a sus 84 años con una emoción que me rompe en pedazos.

Cuando acabe de escribir es posible que vaya surfeando por temas y cantantes que siempre están ahí: Van Morrison, Neil Young, Leonard Cohen, Tom Waits, John Prine, Jimmy Lafave, The Band, Jeff Bucley, Roy Buchanan, Battiatto, Paul Simon, Joan Baez, Norah Jones, Fiona Apple, James Taylor y así. Lo hago –esto de escuchar lo que siempre escucho– porque no he tenido la suficiente energía auditiva para seguir escuchando el disco de Rosalía. Me puse como tarea escucharlo entero antes de dar mi opinión, pero no he pasado de la tercera canción. Mientras escribo esto Mark Knopfler canta esa línea que dice Like the spanish city to me, when we were kids y el Hammersmith Odeon de Londres se viene abajo.

En lo de Rosalía he encontrado su impresionante voz pero nada más, no ha habido nada a lo que agarrarme más allá de eso. Quizá en los demás temas lo haya y tenga que esforzarme más a ver si así consigo encontrar algo que no he encontrado aún, pero mal voy si tengo que tomármelo como si fuera una tarea en lugar de algo placentero. No me transmite nada la buena de Rosalía. Pero seguramente es problema mío, que tenga ya las orejas fritas de llevar 40 años escuchando lo mismo. Acaba de terminar el Tunnel of Love y suena el Last Exit To Brooklyn. Joder, ese tema me lleva a Júpiter. Vuelvo. Tal vez lo que pase es que ya hay muy buena música, suficiente como para vivir 1.000 años, y que sea estúpido por mi parte forzarme a escuchar algo de lo actual. Empieza el In Spite of Ourselves de John Prine con Todd Snider. Sublime