La muerte de Robe de Extremoduro ha vuelto a demostrar la sideral distancia con la que una sociedad vive sus acontecimientos culturales. A pesar del evidente éxito de Robe con banda y sin ella, que ha llenado recintos y agotado entradas desde hace muchos años, una no despreciable parte de personas supuestamente informadas de 45 años en adelante manifestaban en redes sociales -ahora en redes sociales hay que lamentar que ha muerto alguien y también tirarse el moco de que no lo conocías, como si ese dato fuese importante- desconocer por completo la importancia del tal Robe en la música española de los últimos 30 años, lo que también es un síntoma de qué clase de música es elevada a la categoría de mainstream por los principales medios.

La mañana en que se conoció su fallecimiento, se anunció en los 40 Principales y llegaron a decir que lo lamentaban mucho -seguro que a nivel personal conocían sus canciones- pero que no era un músico del que hubiese emitido nunca una canción. No emitieron ninguna. Esto asienta lo que comentaba anteriormente: hay artistas y grupos a los que si los quieres seguir te lo tienes que currar, porque los medios tradicionales no te los meten por los oídos como la música más comercial nacional y mundialmente conocida.

Cada disco que vendió Robe, cada entrada y cada seguidor se los ganó uno a uno, lo que hace más valiosa su singladura. Le oí en los 90, pero he de decir que luego le perdí la pista, inmerso en mis propios gustos, y nunca fui un seguidor, aunque no tanto como una periodista a la que le llegué a leer en X no saber nada de nada del fallecido. Bueno, pues hay mucho así. Si te sales del pop melódico y cosas de estas, pasar a ser una banda o cantante que conozca toda España es casi inviable, si además no quieres traicionar tu visión de la música. Robe no lo hizo y por eso es llorado por millones y desconocido para otros tantos.