Los reciente casos y fiascos de la sanidad privatizada en Madrid (el último en el Hospital de Torrejón) deben alertar para blindar, con reformas si es necesario, sistemas públicos con una elevada reputación y solvencia como Osasunbidea y Osakidetza. Aunque por distintos factores y cuestiones se haya producido un deterioro real, percibido por la ciudadanía, el sistema sanitario público ha sido, es y será un pilar básico del Estado de Bienestar y uno de las principales valores que como sociedad podemos presentar a nivel europeo. Habría que dejar dos cuestiones muy claras de salida. La primera, que Osasunbidea y Osakidetza, con sus problemas que no hay que obviar, son dos sistemas sanitarios referenciales a nivel estatal. La segunda, que la experiencia histórica y una mirada geográfica demuestran que la gestión pública de la salud, que además es un derecho, es mucho más eficiente y equitativa que muchas fórmulas directas e indirectas de gestión privada que se quieran experimentar. Por convicción ética y por evidencia científica: no hay datos que demuestren lo contrario. Los recientes escándalos en la sanidad madrileña, que habían tenido su precedente en la época del PP en Valencia, demuestran que es una falacia interesada aquello de que la gestión privada es mejor. Interesada por motivos economicistas e ideológicos. Porque muchas veces se mezclan los dos o unos esconden a los otros. Por desgracia, la alerta llegó en su día tarde para el sistema de protección social (residencias de tercera edad, dependencia.) pero sí estamos a tiempo de no caer en esa trampa en materia de salud. Como se está a tiempo también de abordar todas la reformas en profundidad –la futura ley foral de Salud en Navarra puede ser una oportunidad- del propio sistema público de salud precisamente para preservarlo y blindarlo como tal. Y es evidente que hay muchas cuestiones que tienen que ver con accesibilidad para la ciudadanía y flexibilidad en la gestión, que merecen una revisión. Flexibilidad no es sinónimo de precariedad y muchos menos de privatización, sino de entender que el sistema sanitario tiene unas particularidades distintas en su día a día que el resto de la Administración. Hay que poner a los y las profesionales y los y las pacientes en el centro. Escucharles. Entenderles. Y tomar decisiones valientes con la visión de la salud como un derecho y un bien común que tanto la CAV como Navarra debe blindar y Europa defender como una seña de identidad y más ante un modelo social amenazado.