Llegó el tiempo de los recortes (ahora ajustes, siempre a la baja o racionalizaciones), en sanidad, en educación, en servicios sociales? Hay que ahorrar en los servicios que más afectan a los menos pudientes, ya que los poderosos se arreglarán por sí solos o a costa de los primeros. Mientras se producen estos supuestos ahorros, personas que ostentan poder público o privado aumentan sus emolumentos bien después de recibir ayudas públicas, bien por conceptos ocultos en líneas presupuestarias diferentes a aquellas en las que figuran los salarios públicos y, en todo caso, porque lo decido yo que tengo el poder. Se recorta pero se sigue con los museos de XXXX, los YYYYArena, las ciudades de ZZZZ, aeropuertos vacíos (algunos se cierran), AVE's en la puerta de cada casa que también se cierran por falta de viajeros, emisoras de televisión por doquier, delegaciones de las comunidades autónomas en Madrid y en el extranjero, universidades casi en cada barrio con extensiones a 90 kilómetros, con estudios de viabilidad serios, por supuesto, pero sin ninguna realidad ya que los profetas aciertan siempre a posteriori y justifican los proyectos en función de los intereses de quien los encarga.
Junto a todo ello se intenta privatizar todo. Se aduce que es más ágil y eficiente, ¿quién lo ha comprobado? ¿No será más bien que se puede hacer y deshacer más al antojo de quienes están en la cúpula política? ¿No será que cuando quien así piensa llega al poder podrá adjudicar servicios a sus amigos quitándoselos a los amigos de los adversarios? Y cuando se habla de privatizar -creo que ahora le llaman externalizar- ¿por qué no piensan en privatizar las presidencias y consejerías de los Gobiernos? Se podría poner en su lugar gerentes de las empresas Navarra, Euskadi, Castilla La Mancha, España, etcétera. Claro que son sus asesores, consejeros delegados, etcécetera y dentro de cada una de esas empresas habría secciones, o como se llamasen, de Salud, Educación, Industria, Hacienda, etcétera con sus grandes jefes al frente. Se ahorraría el gasto que se produce en cada proceso electoral, las subvenciones a los partidos políticos y el mercado se regularía por sí solo, de modo que unos se apropiasen de todo lo posible y el resto esperase su oportunidad. Con esto habríamos llegado a la situación de sálvese quien pueda y extermine, si le es posible, a su adversario, enemigo o como se llame, para mantener permanentemente el botín conseguido. A esto huele quienes dicen yo (¿por arte de qué?) soy la salvación, pero les falta la segunda parte: confiad en mí, que soy manso y humilde de corazón.