Hace algunos días por la mañana oí la noticia de la muerte de Manuel Fraga. En las declaraciones que posteriormente se sucedieron, algún político dijo que la vida de este hombre había sido ejemplar.

También en un correo que me enviaron ese mismo día leí la noticia de la muerte de Rachel Corrie, una joven estadounidense de 23 años atropellada brutalmente por una de esas excavadoras israelíes dedicadas a la demolición de viviendas de los palestinos. Al parecer, la joven, que había ido a ayudar a la población palestina, al ver cómo tiraban las casas de estos, valientemente se encaró con una de esas máquinas que pasó por encima de su cuerpo.

Después de estos hechos, lo que sí tengo claro es que si de alguien tuviera que decir que ha tenido una vida ejemplar sería de esta joven estadounidense, porque si bien estoy de acuerdo que el papel jugado por Fraga en la transición fue importante por aglutinar a personas de extrema derecha en una derecha democrática, también es igual de cierto que se vio envuelto durante su etapa en el Gobierno en hechos tan tristes como los acontecidos en Vitoria-Gazteiz o Montejurra, donde varias personas perdieron la vida.

A pesar de entender que normalmente cuando una persona fallece se tiende a halagar su persona, para mí al menos una vida ejemplar es una vida dedicada a una buena causa, que en muchos casos conlleva incluso el sacrificar la propia vida por ella, sin estar de ninguna manera involucrado en ningún hecho que pueda empañarla.