Hoy he saltado de la butaca y he apagado la televisión de mala leche, la impotencia ante todo lo que está sucediendo y que nos lo repiten machaconamente me corta la digestión. Antes era otra cosa, el telediario me servía para pillar una modorra y quedarme roque hasta que terminaban las noticias, ahora se me agria la comida. Pero lo más preocupante es que, después de escuchar tanta palabrería en la tele, se me pone una cara de imbécil que no puedo soportar.
Es el momento de plantarle cara a la realidad -me he dicho-, no debo de escaquearme ante lo que está sucediendo a mi alrededor, soy tan responsable de la mala situación como el que más, por comodón, por insolidario, por no levantar mi voz y sumarla a todas las personas indignadas y marginadas del sistema, por no sumarme a quienes reivindican una ética civil y una sociedad más justa.
Como muchas personas, me paso el día despotricando de los políticos de turno, de la realeza, de los bancos y corruptos, de las cajas y especuladores, pero no hago nada para que cambie la situación, absolutamente nada. Vemos cómo las entidades bancarias -a una con el poder- nos meten la mano en la cartera y no nos inmutamos; cómo jueces y fiscales dejan sin castigo a los ladrones y miramos hacia otro lado; comprobamos cómo concejales del tres al cuarto dilapidan el dinero de nuestros impuestos en construcciones fantasmagóricas y los seguimos votando; nos enteramos de que la presidenta del Gobierno, Yolanda Barcina, y el resto de políticos con cargo se asignan sueldos millonarios y no decimos ni pío. Mientras tanto, nuestros hijos, hermanos, primos y vecinos van al paro un día sí y otro también, familiares y amigos dependientes son despreciados y empujados a la desesperación y seguimos como si esta realidad no fuera con nosotros. Los derechos básicos logrados con tanto esfuerzo están desapareciendo y seguimos mirando a las musarañas. Ante este desgraciado tsunami antisocial solamente reaccionamos bajando a El Sadar a gritar y a desahogarnos para olvidar nuestra mala suerte.
¿Hasta cuándo seguiremos sin querer ver la realidad?
Criticamos la iniciativa del 15-M diciendo que fue flor de un día y que no resolvió nuestros problemas, cuando todos sabemos que la solución depende de nosotros. Ya va siendo hora de que la sociedad civil tome las riendas de la situación y que tracemos el rumbo de nuestra historia, es tiempo de reclamar justicia social y acabar con la corrupción.
¿Quién se apunta?