A menudo, más que en el Parlamento, es en una gran diversidad de medios de comunicación donde se expande la opinión pública y el lugar en el que las gentes pueden expresarse.
Los periódicos mantienen el espíritu crítico, tan útil para poder corregir los problemas, pero eso a veces provoca incomprensiones motivadas paradójicamente por la palabra. El formato en papel continúa siendo eminente, junto al digital, pero otra cosa es cómo recaudar el dinero que cuesta pagar a buenos profesionales para que investiguen o redacten adecuadamente las noticias.
La crisis y la falta de publicidad ha hecho que los empleados se reduzcan en casi todas las redacciones, nacionales y regionales, y se pague menos. Los profesionales de la información están además sujetos a mil presiones externas, porque lo que dicen muchas veces provoca rechazo en unos o en otros; además, a menudo, la presión y la falta de tiempo hacen tener que escribir en ocasiones a velocidades fulgurantes.
Los artículos de opinión son un buen foro para analizar los temas que más interesan a la sociedad, para debatirlos, para ello conviene ser comprensivos. Arrojamos miles o millones de palabras, sería imposible que todas acierten. Exponer los pensamientos en un pequeño espacio como éste no está exento de riesgos, porque muchas veces no es posible explicarlo todo en tan pocas letras, otras, uno está más fatigado o espeso, y se producen malinterpretaciones o heridas innecesarias. Pero, aunque humano, demasiado humano, como diría El filósofo del martillo, intenta uno dar lo mejor que puede su punto de vista, si bien hay días en que uno mira tuerto.