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Cerebros a la fuga

España experimenta un fenómeno de emigración de personal altamente cualificado, en el que el Estado ha invertido grandes cantidades que serán amortizadas en otros países. Un fenómeno que cada vez es más complejo. Tenemos un país con un índice de desarrollo muy alto, según indicadores internacionales, pero incapaz de absorber el alto porcentaje de titulados y que atraviesa una crisis económica muy severa, manifestada en los índices de desempleo más altos de la Unión Europea.

En contraste con anteriores olas emigratorias, el actual está protagonizada por jóvenes de entre 25 y 35 años, formados y que aspiran a encontrar un trabajo que garantice unas mejores condiciones de vida de las que pueden encontrar en su país. Entre los países de destino más frecuentes destacan Alemania, Francia, Reino Unido o Noruega. El punto más problemático se encuentra en las consecuencias de la fuga de cerebros sobre la economía española a corto y largo plazo. En estos momentos está suponiendo un alivio para la maltrecha economía nacional, ahogada por las cifras de paro, además de ofrecer oportunidades a los titulados y parados españoles, que a su vez habrán adquirido nuevas capacidades que dinamizarán y mejorarán el sistema productivo español. El problema radica en que esta fuga de cerebros se haga constante en el tiempo y en que los emigrados no vuelvan. En este caso, se perdería toda una generación (la mejor preparada) necesaria para modernizar y hacer avanzar la economía española, al tiempo que ésta quedaría cada vez más obsoleta y más alejada de las naciones de destino. Lo que sí queda claro es que los gobiernos no están haciendo nada para recuperar estos cerebros fugados, al contrario, están recortando en las partidas destinadas a educación e I+D y hasta están motivando a los jóvenes titulados que buscan trabajo en países vecinos. Así no vamos nada bien.