Una democracia asentada permite gestionar de forma más eficaz las cuestiones identitarias. Recordemos que, aún a inicios del año 2015, el papel con membrete utilizado por la Administración de la Comunidad Foral de Navarra estaba únicamente en castellano. Incluso eran monolingües los paneles metálicos colocados en el palacio de la Diputación, para indicar que era la sede del Gobierno de Navarra. Tras las elecciones del 24 de mayo de ese año, una mayoría parlamentaria distinta, que dio lugar al cuatripartito, ha hecho posible corregir la marginación histórica del euskera y que esos elementos figuren ahora en bilingüe.
Ha habido otras novedades. También resulta adecuado que sea, a iniciativa de los propios ayuntamientos, el que los municipios se ubiquen en la zona vascoparlante, mixta o no vascófona. Así, en última instancia, son los ciudadanos quienes, mediante su voto, influyen en esta cuestión.
Pero hay algo que, pasados dos años y medio, sigue sin ser solucionado: se trata de la posibilidad de izar la ikurriña en los ayuntamientos que así lo deseen. Personalmente considero como enseñas propias tanto a la que representa a mi municipio, como a las de Navarra, España o Europa. Pero asimismo a la ikurriña. Es la bandera de todos los vascos (la utilizan también los municipios de Iparralde) y no entra en contradicción alguna con las anteriores. Simplemente cada una de ellas representa a un ámbito cultural específico. De hecho, para quien desee la unidad de España, no es difícil concluir que el mejor camino es el que lleva a que todos se sientan cómodos en ella.
Indicaron que derogando la anterior ley sería posible colocar la bandera vasca, sin exponerse a las multas de la Delegación del Gobierno. Después parece que no ha sido así y el Parlamento de Navarra, contando con una mayoría favorable, no ha sido aún capaz de aprobar una norma que haga legal lo que lo es, sin ir más lejos, en el País Vasco-francés.
¡Más de dos años y medio y aún sin resultados!