En la película Django desencadenado de Quentin Tarantino, la mayor afición del odioso terrateniente sureño Monsieur Candy eran las peleas de mandingos: luchas cuerpo a cuerpo a muerte entre sus esclavos. A Monsieur Candy la pelea le entretenía, pero lo que le fascinaba era la completa sumisión y anulación de voluntad de los esclavos en la lucha.

En Navarra, cada cierto tiempo los interinos tenemos que pelear entre nosotros por nuestro puesto de trabajo. La causa la tiene la lista preferente, el mecanismo por el cual todos los que aprueban la última oposición se colocan en la lista por encima del resto de interinos, sin importar otra consideración. Para los que estamos en esta situación, es un proceso traumático, la oposición no solo es una (pequeña) posibilidad de obtener una plaza de funcionario sino también un proceso en el que nos jugamos nuestro puesto actual. Desde los últimos procesos de oposiciones (2008-2010), algunos hemos formado un hogar y tenemos familias o hipotecas. La perspectiva de poder quedarnos en el paro tras tantos años de trabajo es terrorífica, por lo que hemos de aparcar nuestras vidas y dedicarnos con todas nuestras fuerzas a preparar nuestra próxima pelea, simplemente para poder mantener nuestra vida.

¿Cuál es el sentido de este mecanismo que solo existe en Navarra? Para nosotros es un calvario. Para los aspirantes que quieren entrar a lista es pan para hoy y hambre para mañana, en el futuro ellos estarán en nuestra situación. ¿Acaso mejora la calidad de la educación? Al contrario, los alumnos ven cómo a medio curso desaparece una parte de sus profesores (por excedencias para estudiar) y los que siguen ejerciendo lo hacen estresados, angustiados y tienen otras prioridades en mente. La única explicación que se me ocurre es que en algún rincón del Departamento de Educación exista un siniestro Monsieur Candy que disfruta con nuestro sufrimiento y sumisión. Según he podido saber, las peleas de mandingos nunca existieron, fueron un invento de Tarantino para recalcar lo perverso de la esclavitud pero los interinos somos reales.