Cuando alguien me pregunta qué estilo musical me gusta, suelo responder con mucho orgullo que el folk. A lo que la persona que tengo enfrente, generalmente, suele responder con un gesto de extrañeza, de sorpresa, un arqueo de cejas, una mirada penetrante e interrogadora, quizás de repulsa, en el fondo, de miedo a lo desconocido o diferente.

Quizás ésta no sea la manera más ortodoxa de comenzar un artículo de opinión con el objeto de que sea publicado en prensa. Ni quizás tampoco sea comentar que no hace muchos días vi en las redes sociales un vídeo de Julie Fowlis (intérprete de música celta de origen escocés) cantando la canción Camariñas intercalando el gallego y gaélico en las Proms, erizándoseme los vellos.

Posiblemente sea mejor hacerlo con una declaración de intenciones, diciendo que estoy totalmente convencido en la necesidad e importancia de un plan de coeducación como es Skolae para nuestra sociedad. Aunque si lo hiciera así de escueto, tampoco tendría sentido escribir un artículo de opinión.

Por ello, y volviendo al tema musical, reitero mi pasión por la música folk. En especial me gustan el folk puro y el folk fusión. Aconsejo a todos/as los/as lectores/as a experimentar el deleite con Salsa Celtica (salsa y música celta), Te Vaka (grupo que fusiona música del Pacífico y música moderna), Sanja Ilic (Dj Balcánico que fusiona folk y música electrónica), The Dubliners (música celta en estado puro), Oskorri, Kepa Junkera, Milladoiro, etcétera.

Llegados a este punto, el/la lector/a se preguntará para qué he nombrado el proyecto Skolae si éste es un artículo somero sobre música folk. Pues bien, cuando uno/a escucha música folk, se da cuenta de lo bella que es la diferencia; lo bella y rica que es la música/cultura de uno/a mismo/a, y la del otro/a; de los aportes rítmico-sonoro-epistemológicos (culturales) que puedes recoger del otro/a; en definitiva, de lo bella y sabia que es la interculturalidad.

El folk también nos enseña a entender, a respetar, a disfrutar, a sentir, a interiorizar, a abrazar? lo diferente desde el amor a lo propio, rompiendo con las desigualdades. En esa misma línea el proyecto Skolae, tal y como reza en la competencia global, enseñará a nuestros/as estudiantes a: “elegir el proyecto vital propio, desde la libertad y la diversidad de opciones, sin condicionantes de género, aprendiendo a identificar las desigualdades, a luchar contra ellas y a ejercer su derecho a la igualdad en el ámbito de su cultura, religión, clase social, situación funcional, etcétera.”

Dicho proyecto, al igual que el folk abraza la diferencia para empoderar a la persona desde lo propio de ella misma. Ni el folk ni Skolae en ningún momento asumen tener que desprenderse de lo propio para abrazar lo diferente. Sólo aquellos/as que quieren ejercer sus derechos sin respetar los de otra persona entienden este proyecto desde otra óptica más retorcida, en la que la desigualdad sale victoriosa.

Tenemos que hacer visible la realidad de la diferencia para poder romper con las cadenas de las desigualdades existentes. Desde el respeto al otro/a y al ego, en pos de la cohesión social y la libertad cultural, musical, sexual, política y de pensamiento.

Por todo ello, nuestra sociedad necesita más Folk, más Skolae, más libros, en última instancia más libertad, para que todos/as cuantos la formamos podamos vivir de acuerdo a nuestra cultura, principios, valores, religión, orientación sexual e identidad de género, sin miedo a sufrir agresiones, menosprecios, o vernos abocados/as a la desigualdad.

El autor es antropólogo por la UPV/EHU