El Parlament de Catalunya y el Ayuntamiento de Barcelona se han posicionado contra la monarquía.

Pediría al Gobierno navarro que siguiese el ejemplo, amparándose en argumentos claros y conocidos de una institución inútil, anticuada, impuesta, costosísima y con ejemplos de pillos y golfos del mismo apellido y espabilados que se pegan a ellos. Con corrupción a sus espaldas y a nuestra costa. Nadie notaría su ausencia, excepto las arcas públicas, las nuestras.

Si lo hiciera, obligaría a quienes la defiendan a poner sobre la mesa las ventajas para la sociedad de su mantenimiento, a explicar para qué sirve.

Tengo muchas ganas de que alguien las exponga y, de paso, analice la dignidad que pueden tener quienes se dan por satisfechos con reinar, con firmar, pero no gobernar. Entendiendo por reinar, beneficiarse de los privilegios del regalado cargo.

Pero no pasará. Me quedaré con la satisfacción de haberlo sugerido.

Ni el Gobierno seguirá el ejemplo catalán ni nadie querrá hacer ver a la sociedad las ventajas de algo que, sin razón alguna y porque Franco lo dijo, nos tenemos que tragar. Claro, que lo dijo cuando ya no estaba él.