No deja de ser curioso que la “catedral” española más moderna, pues todavía se está construyendo, sea la Sagrada de Familia de Barcelona, la misma que si nos descuidamos dejaría de ser española. Cumbre del arte universal, diseñada por Gaudí, un genio sin igual. Llamativa la advocación, precisamente en un tiempo en que más que nunca vemos cómo las familias se rompen y desmoronan con divorcios y recomposiciones, los hijos, a menudo, hechos pedazos entre los tirones de unos y otros. La Sagrada Familia es la fiesta con la que se cierra litúrgicamente el año, lo mismo que se comienza con la fiesta de María como madre de Dios y de los hombres todos, según reza la tan hermosa tradición. Una familia sagrada no tendría controversias como las nuestras entre derechos y deberes sino que todos intentarían colaborar para el bien común, tejiendo un nido de amor. Pero hoy estamos en guerra: derechos como arma arrojadiza se arrojan entre cónyuges o concubinos, disolviendo con reclamaciones los lazos del amor. Donde hay negociaciones, comercio de intereses, el amor huye, pues es entrega, sin mirar si da uno más o menos, y ambos se dan para unirse. Hermoso decirlo, difícil conseguirlo, más que nunca en estos tiempos de egoísmos supinos, de extremos románticos en los ideales que unos sobre los otros nos arrojamos, intentando cambiar al otro en vez de -tal y como es- quererle. Mal van nuestras sociedades, egoístas. Exigimos demasiado y se ha introducido de manera institucional la discordia en nuestros hogares. Una bellísima amiga me lo decía, quejosa, ante la gran masa de machos deseosos de gozarla, pero sin ganas de compromiso alguno (lo mismo me contaban también en Italia). Mi amiga comprendía que las leyes hechas para defender a las mujeres por sus excesos están logrando lo contrario. Si una disputa familiar puede acabar enviando al cónyuge o al concubino a la prisión, sin pruebas -arrebato o venganza-, si una puede quedarse con la casa e introducir amantes porque además se quedó con pensión y prole, ¿quién querrá una relación estable fundar, cuando al lado tiene un abismo que, como haya un paso en falso, le puede hundir para siempre? El feminismo radical está yendo en contra de los intereses femeninos y, por tanto, en contra de toda la sociedad, porque es injusto y vive del rencor y la venganza. No todos los machos son culpables ni es un pecado original el haber nacido varonil. La mayoría de las mujeres quisieran tener familia con un varón. Tiempo de despoblación, los campos se quedan vacíos, sin risas infantiles, en la cercanía de los reyes magos que celebran la ilusión de la esperanza, que siempre ha de renacer en cada alma. Toda familia es sagrada, o debiera serlo, si amor es su centro.