veo en la prensa que, para mejorar el tránsito peatonal y ciclista entre Orcoyen y Pamplona, justo en la entrada a la glorieta cercana a donde estuvo el antiguo matadero, se proyecta una pasarela rocambolesca, una especie de montaña rusa. Con esa pasarela se pretende evitar el riesgo que hoy padece quien se atreve a cruzar en ese lugar desnudo para el peatón, y en el que conductor se siente en una carretera, que lo es. Es obvio que se hace urgente encontrar una solución a dicha conexión ciclista y peatonal entre Orcoyen y Pamplona, pero no de cualquier forma.

Para acometer un problema de este tipo, es fundamental entender el papel que la infraestructura viaria juega en la ciudad. Y en este caso nos hallamos ante una vía netamente rodada (P-30, Buztintxuri-Landaben) que se cruza con una vía de componente urbana (eje Orcoyen-Pamplona). Por tanto, no estamos en un punto aislado de una carretera comarcal, sino en una intersección de dos vías de distinto carácter. Cuando eso sucede, el principio básico que rige cualquier confluencia viaria determina que el encuentro debe estar sometido a las leyes de comportamiento de la vía más urbana, sin perjuicio de la funcionalidad de ambas. Siendo así, la glorieta debe ir transformándose en una glorieta urbana, y no al revés. La solución debe pasar por resolver el cruce con funcionalidad y garantía para los usuarios, y con una solución que tienda a amabilizar el cruce, y no al contrario.

La primera premisa que cualquier solución debe tener es la de la funcionalidad. Una pasarela tipo montaña rusa, como lo es la proyectada, no garantiza su pleno uso, salvo que se instale un muro tipo Donald Trump que impida físicamente que se atraviese por el lugar indebido. Y ni eso. ¿Qué chico de diez o doce años, en la tesitura de llegar tarde a clase, va a optar por pasearse por el mundo en lugar de atravesar la glorieta como pueda, incluso utilizando las calzadas? De hacerse esos circuitos en rampa, a lo Tourmalet, se estarán haciendo en contra del sentido común; de hacerse, se estará actuando en dirección opuesta a lo que el eje Pamplona-Orcoyen demanda, que es su transformación en un eje de relación funcional, que necesariamente debe ser seguro vial y socialmente (sin rincones ni recovecos, ni lugares que no sean perceptibles por los conductores para aumentar la seguridad), con arbolado, con mobiliario urbano (bancos) y ejecutado con materiales urbanos.

La solución pasa por trazar y enlazar dos paseos peatonales ausentes en Orcoyen y Pamplona (urge su urbanización) y por amabilizar la glorieta, toda la glorieta. Amabilizarla nada tiene que ver con reducir su capacidad de tráfico, ni siquiera la de las velocidades indicadas actualmente (40 km/hora antes de entrar en la glorieta). Tiene que ver con un buen diseño y con poner los medios para que esas velocidades se cumplan.

Y si se opta por pasar del urbanismo, se podía haber planteado una rampa recta, por Dios, que, aunque sea otro muerto, su forma garantiza al menos su funcionamiento. Y no se diga que no cabe, que quien es capaz encajar un trazado tan sinuoso como el proyectado en una geometría viaria, puede con todo.

La solución dada en el proyecto publicado en la prensa es una solución propia de los años ochenta (ni siquiera de los años del boom). Orcoyen y Pamplona deben quedar unidos (peatonal y ciclistamente) con una solución apropiada, con un paseo peatonal amable y un carril bici segregado, y esa glorieta debe empezar a asemejarse a un lugar de encuentro, en lugar de caminar hacia un inútil tenderete de feria.

El autor es arquitecto