Se habrá intuido enseguida que no me voy a referir a las desafortunadas mujeres que se encuentran privadas de libertad en las cárceles, sino a las presas o azudes (aunque estos tienen un ligero matiz distinto), como la nuestra medieval de Santa Engracia en la Rochapea, tantas veces ya citada y en lento proceso de destrucción.

No es necesario haber leído mucho para saber que las hay de todo tipo. Las hay pequeñas y enormes, como las de Brasil, China o Egipto. Algunas con escasa utilidad y otras con mucha utilidad. Otras muchas son imprescindibles como la nuestra de Eugi. La de Alloz es fundamental para la práctica de deportes acuáticos, como el piragüismo, la vela, e incluso para regatas de traineras.

Nuestra humilde presa de Santa Engracia, que antaño facilitó con el embalsamiento del Arga, el trabajo de las lavanderas, concursos de natación, barcas de pescadores y proporcionó harina y electricidad a Pamplona, hoy todavía podrá seguir reuniendo una serie de condiciones positivas que para sí quisiera más de una ciudad: cercanía, pesca, remo, suelta de patitos amarillos de plástico WOP, para alegría de los niños, fauna, flora...

Toda esta riqueza impagable resurgirá en cuanto se adecue la presa, antes de la siguiente riada.

A nuestros amigos ecologistas, que no se preocupen: la vida volverá al Runa para disfrute de animales y de personas, siempre que algunos cumplan con su palabra y mejoren un poco su espíritu deportivo y estética ambiental.