en el refranero español se utiliza “los árboles no dejan ver el bosque” para indicar que los detalles, lo cercano, no nos dejan apreciar la totalidad. Nos está pasando esto con las Murallas de Pamplona/Iruña, que los árboles que habitan en las faldas de la muralla, por su gran porte, crean una auténtica muralla verde que tapa la grandiosidad de la muralla de piedra. Tan solo desde cierta lejanía o en lugares puntuales se observa la verdadera dimensión de esta obra monumental. Tal es su importancia que el conjunto de las Murallas de Pamplona fue declarado monumento histórico artístico en 1939. En 1973 se declaraba igualmente monumento histórico artístico a la Ciudadela de Pamplona. Ambas, murallas y Ciudadela, están protegidas por Ley del Patrimonio Histórico Español.

Pamplona se sitúa sobre una atalaya natural creada por la erosión del río Arga, dibujando un precioso meandro. Este promontorio era insuficiente para la defensa de la ciudad en épocas pretéritas, por eso se fue construyendo poco a poco este conjunto amurallado. Ténganse en cuenta que Pamplona era capital de reino primero y ciudad fronteriza posteriormente, por lo que sus defensas eran cruciales para frenar cualquier intento de invasión y avance desde el norte. La propia configuración de las murallas se debió a la adaptación de las defensas a las nuevas tácticas militares de asedio y a las innovaciones que se iban dando en las armas de largo alcance.

Desde el año 2002 que se realizó la obra del Portal de la Taconera hasta hoy en día se ha hecho una labor intensísima de reconstrucción de lienzos, restauración de frentes de muralla, rehabilitación, urbanización y pavimentación de paseos, eliminación de barreras arquitectónicas, etcétera, con una inversión que ronda los 33 millones de euros. El esfuerzo conjunto de las cuatro instituciones: Ayuntamiento de Pamplona, Gobierno de Navarra, Gobierno de España y Unión Europea, ha posibilitado que se ponga en valor el conjunto amurallado y que la ciudadanía las pueda disfrutar y, por qué no decirlo, mostrar con orgullo. El trabajo ha sido y sigue siendo encomiable, pero hay muchos tramos donde el arbolado cercano oculta los lienzos amurallados impidiendo ver la magnitud de un patrimonio que nada tiene que envidiar a otras bellas ciudades como Ávila, Lugo o Badajoz, donde ellas sí muestran sus murallas en todo su esplendor, despejadas.

Pamplona es una ciudad verde, bastante verde, que a cualquier visitante sorprende. Tenemos muchos y hermosos parques con portentosos árboles que suponen un gran pulmón y respiro en el interior de la ciudad. Pero resulta que además Pamplona es pequeña, lo suficiente para poder llegar al campo, a la vereda del río, se llega tras un suave paseo accesible para cualquier ciudadano/a. Eliminar unos cuantos árboles, aquéllos tan solo que por su porte y su ubicación tapan la visión de las murallas, no se me antoja ni agresivo ni desmedido. Semejante patrimonio necesita un plan paisajístico que estudie, analice y dé soluciones para conectar las murallas con su entorno, que suponga un equilibrio entre lo arquitectónico y el paisaje.

Hay a quien le gusta esa visión romántica de las murallas invadidas por la naturaleza cubiertas por la vegetación, a mí me da la sensación de dejadez y de no poner en valor una obra de dimensiones inusuales y quizás única.