“Para que hoy podamos celebrar la inauguración de este barracón han hecho falta muchas cosas. Hizo falta que dos historiadores, Fernando Mendiola y Edurne Beaumont, recuperaran la historia de la construcción de esta carretera y desvelaran las terribles condiciones en que vivieron aquí centenares de cautivos. Hizo falta que una asociación, Memoriaren Bideak, con la colaboración del Instituto Gerónimo de Uztariz y de Eguzki Bideoak, se implicaran en su difusión. Hicieron falta también vecinos y vecinas de Salazar y Roncal, entre ellas, las propietarias del terreno, aportando sus testimonios y vivencias, y haciendo suya esa memoria. Han hecho falta también que quienes fueron testigos de aquella barbarie aportaran su testimonio. Hoy podemos mostrar esa gratitud que les tenemos a todos a nuestros queridos Luis Ortiz y Vicente Lacasia”. Con estas palabras iniciaba mi intervención, el pasado mes de octubre, en la inauguración del barracón de prisioneros del franquismo, en la localidad de Igal. Un barracón que recuerda a los más de 2.300 prisioneros de guerra que entre 1939 y 1941 trabajaron en la apertura de una carretera para unir los valles de Roncal y Salazar, la carretera Bidangotz-Igal.

Hoy echamos de menos a Luis Ortiz y Vicente Lacasia. Ambos nos han dejado, con muy pocos días de diferencia, Luis en su Bilbao natal, Vicente desde Maule, donde recaló tras una vida intensa que se inició en Burgi. Y su muerte nos ha dejado un hueco insustituible de llenar entre quienes durante décadas han logrado mantener encendida la llama de la Memoria.

Con voz firme, sin perder un ápice de sus sólidas convicciones republicanas, cada año ambos en el alto de Igal desgranaban sus recuerdos de ese pasado, colmado de escenas de muerte, violencia, humillaciones y vejaciones. Unas dramáticas experiencias que sin embargo no les hicieron perder su confianza en el ser humano, su apuesta por una sociedad democrática en donde los derechos humanos no puedan ser vulnerados. Ambos reivindicaban una memoria frente al olvido en el que vivieron desde su condición de víctimas injustamente invisibilizadas.

Una memoria reparadora para con ellos y con la sociedad, en donde el recuerdo de lo sucedido, posibilitase tomar conciencia del trauma, empatizar con el dolor y las situaciones injustas que habían sufrido. Una memoria que fuera más que el recuerdo de la violencia y el trauma; una memoria que se convirtiera en una cuestión de futuro estrecha e indisolublemente ligada, en sociedades democráticas, a la promoción de una cultura de paz y derechos humanos.

Una memoria, en suma, que fuera una herramienta indispensable para la promoción y extensión de los valores de la libertad, el respeto, la tolerancia, la negociación y el acuerdo en la sociedad en su conjunto y para su transmisión a las futuras generaciones.

Y esa es la Memoria en mayúsculas que Luis y Vicente esgrimían y en la que hemos trabajado desde las instituciones, Gobierno, entidades locales, en los últimos años, con el fin de dar una respuesta institucional a las víctimas del golpe militar de 1936. Y se han dado pasos firmes. Ahí está ese Instituto Navarro de la Memoria, como estructura de Gobierno que trabaja en el impulso de las políticas públicas de Memoria. O esa ley, pionera entre las comunidades autónomas, la Ley de Lugares de Memoria. Una ley que pretende visibilizar, proteger y conservar lugares vinculados al terror y la violencia, lugares en los que se cometieron todo tipo de vulneraciones de derechos humanos por quienes se alzaron contra el poder legítimamente constituido, y acudieron a la violencia como medio de defender e imponer sus ideas, su ideología y su proyecto político.

Lugares, como la carretera Igal-Bidangotz, en donde se reunían Luis y Vicente. Iniciado ya el expediente para constituirlo en lugar de memoria, esta carretera así como otra decena de Lugares, Sartaguda, Olabe, Otsaportillo, Peralta, El Perdón? visibilizarán ese esfuerzo colectivo de las víctimas, de las asociaciones memorialistas y ahora de las instituciones, por preservar la memoria de la ignominia que aquí se vivió.

Luis, Vicente, vuestras voces resonarán para siempre en ese barracón de Igal, en esa carretera construida con el sufrimiento de tantos y tantos compañeros vuestros. Pero resonará también en ese lugar de memoria en donde las futuras generaciones podrán honraros a vosotros, las víctimas, transformando ese espacio de terror en un espacio de recuerdo y transmisión de valores de paz y convivencia. Goian b ego. Salud.

La autora es consejera de Relaciones Ciudadanas e Institucionales / Herritarrekiko eta erakundeekiko harremanetako kontseilaria