La historia y la vida discurre en la mediocridad, aunque el mundo avanza gracias a los que se salen del tiesto de alguna manera. Todo está montado para que sea así. Las leyes y el orden. La máxima mentirosa que siempre usa el que manda, mientras trueca el junco de las orillas por otro alambre de espino y flores de plástico en las ventanas. Hasta la filosofía clásica les ayuda: in medio consistit virtus: en el centro está la virtud, “cuando los extremos son viciosos”. Entre los extremos de nacer y la muerte está la felicidad; la suerte de vivir. Pero algunos no estamos de acuerdo en el fondo, porque no es lo mismo vivir trabajando durante cuarenta años en una cadena de montaje, donde esclavo del ritmo se pierde la capacidad natural de luchar, que una huerta a merced del tiempo, de la luz y del agua. Eso sí, pobres siempre casi todos para que sigan trabajando duro. Es lo mismo que manden los herederos directos de Franco (un profesor mío les llama cretinos, incompetentes, ladrones, meapilas y fascistas), que la oposición socialista más mediocre de la historia. Y así nos va. No pasa nada. Te pisan la cabeza con la ley y tienes que dar las gracias por ello. En Europa ocurre otro tanto. Una mediocridad de funcionarios y banqueros para que todo funcione sin demasiadas estridencias en nombre de las constituciones huecas que nadie cumple. Si quieres escapar de ellos te aplican la ley, te acusan de sedición, te hacen consejo de guerra y te fusilan socialmente. Son tan burdos que hasta condenan por el único delito que no se ha cometido. Vaciada la calabaza, la puedes usar de máscara lerda para asustar o para reventarla a distancia con onda o tirabeque. Necesitamos más gente que nos quiera. Con estos no se puede ir a ninguna parte. En la dictadura también había muchas leyes y muchísimo orden; por eso mismo la legitimidad está por encima de la ley. A zer parea, karakola eta barea! Qué pareja, el caracol y la babosa.