Escuchando por la radio que ha naufragado una patera en Cádiz y que una madre y su hijo están desaparecidos me viene a la cabeza este poema que Sergio Guttilla dedicó a 100 personas que en junio de 2018 se ahogaron en un naufragio frente a las costas libias. No son números y cifras lo que Europa está dejando que se ahogue en el Mediterráneo; son personas. Tienen amigos y familiares, miedos y sueños. Son personas como tú y yo:

“Si fuese tu hijo llenarías el mar de barcos de cualquier bandera.

Querrías que todos juntos, por millones, hiciesen de puente para hacerle pasar.

Muy atento, jamás le dejarías solo. Harías sombra para que sus ojos no se quemen, le cubrirías para que no se moje ni le salpique el agua salada.

Si fuese tu hijo, te tirarías al mar, matarías al pescador que no presta su barco, gritarías pidiendo ayuda, a las puertas de los gobiernos que se cierran para reivindicar la vida.

Si fuese tu hijo, hoy estarías de luto, odiarías al mundo, odiarías los puertos llenos de esos barcos inmóviles. Odiarías a los que los mantienen inaccesibles y lejos de quienes, mientras tanto, sustituyen los gritos por el sabor del agua del mar.

Si fuese tu hijo, los llamarías villanos inhumanos, porque lo son. Deberían detenerte, retenerte, bloquearte, te gustaría partirles la cara, ahogarles a todos en el mismo mar.

Pero no te preocupes en tu cálido hogar. No es tu hijo, no es tu hijo. Puedes dormir tranquilo y sobre todo sereno. No es tu hijo.

Solo es un hijo de la humanidad perdida, de la humanidad sucia que ni siquiera hace ruido.

No es tu hijo, no es tu hijo. Duerme tranquilo, por supuesto, no es el tuyo”.