Escribo estas líneas a los pies de la cama de la habitación 225 del Hospital de Navarra del servicio de Neurología. Mi familia y yo queremos agradecer haber llegado hasta aquí.

El sábado 25 de mayo una buena mujer -de la que no conozco nada- tuvo a bien hacer una llamada desde la calle Aoiz al 112. No sé si ella lo sabe, pero esa llamada salvó la vida de Carmen. Esa llamada desinteresada y anónima es el primer y principal motivo de esta carta, ya que no he conseguido poder agradecerlo personalmente. A partir de ahí, encuentro muchos motivos para agradecer.

Agradezco el interés, la profesionalidad y la eficacia del 092. Agradezco al personal de urgencias, de la unidad de ictus: médicos, enfermeras, celadores, auxiliares, capellán... su trabajo bien hecho, su ciencia, su disponibilidad y su cariño que tanta ayuda supone en estas situaciones. Agradezco a los compañeros de habitación: primero, un matrimonio de mediana edad que se quiere y se cuida, ahora una familia que se vuelca con sus mayores.

Nadie en estos días me ha preguntado a qué partido he votado, tampoco sé, ni me interesa a quién han votado ellos. No hemos necesitado pactar, ni negociar, ni llegar a acuerdos. Nuestro programa era el mismo: intentar ayudar, suavizar el dolor, estar pendiente de las necesidades del otro olvidando intereses propios. Por todo y a todos ¡gracias!