Acabo de salir de una operación extracorpórea de corazón que me ha tenido ingresado varios días.

Este afortunado percance me ha permitido conocer cómo nuestro sistema sanitario aborda estos delicados procesos. Digo afortunado porque hace pocas décadas estas operaciones sólo se realizaban en clínicas elitistas a las que solo tenían acceso unas pocas personas en todo el mundo.

Desde el primer todo ha sido un trato amable y a nadie le ha faltado poner una sonrisa en la cara. También desde el principio, por parte del equipo médico se me transmitió mucha seguridad en la operación. A pesar de todo, uno piensa que este pasaje lo tienes que pasar tú aunque los acompañantes sean muy cualificados.

La intervención fue bien gracias a la aplicación de todos sus conocimientos (sabiduría) de todo el equipo técnico. El paso siguiente fueron 2 días en la UCI. Con todo el cocktail de medicamentos que te introducen el primer día estás visitando otros mundos, con figuras extrañas, colores intensos y distorsionados, suelos planetarios, etcétera.

En los momentos de semilucidez te das cuenta que tienes que ser tú sólo el que tiene que avanzar a la otra orilla. Sientes que hay alguien que quiere que no llegues. Dudas si seguir luchando o abandonar. Finalmente llegué a la orilla y el equipo me estaba esperando.

El otro día que pasé en la UCI me permitió apreciar, aparte de la sonrisa en la cara de todos los que me asistían, cómo rápidamente todos aplican sus conocimientos, se consultan y los ejecutan. Incluso la señora de la limpieza, de ojos negros profundos y sinceros, te da la única medicina que tiene agarrándote la mano y deseando que me curase pronto.

Señores políticos, aparquen sus siglas, olviden los pactos antinatura, no estén pensando todo el día dónde aparcarán sus posaderas durante 4 años y cuáles serán sus mejores amiguitos de compañía. Por favor, empleen su tiempo en gobernar y legislar. Háganlo todos los días para que Navarra siga siendo puntera en sanidad, así como en todos los ámbitos sociales.

Esta operación podía haber sido un punto final en mi vida, pero afortunamente es un punto seguido. Esto mismo es lo que deseo para todos lo navarros y residentes en Navarra. En nuestro subsuelo no tenemos petróleo ni minas de metales preciosos, pero en la superficie tenemos gentes grandes, muy grandes, que quiere para su tierra y sus habitantes lo mejor.

Con la mano encima de mi corazón reparado, mil gracias a todos: médicos, enfermeras, auxiliares, celadores, servicio de limpieza... He conocido que varios de los que me habéis atendido no habéis nacido en Navarra, como tampoco sé si la sangre, plaquetas, etcétera, lo eran de gente navarra. Entenderéis que esto es irrelevante. Para mí lo importante es que de nuevo estoy disfrutando de esta preciosa vida.