Desde hace más de un año, las zonas peatonales de la ciudad han sido invadidas por todo tipo de artilugios mecánicos, motorizados o no, que en modo paseo, prisa, carreras a dos, a tres y más, se dedican a molestar, inquietar, sobrepasar, sortear e incluso impacientarse ante la lentitud de los paseantes.

Mi propuesta es que, en vez de gastarse cientos de miles de euros en carriles-bici, que pocos van a utilizar, son muy incómodos y aburridos, se construyan para peatones unos recorridos de una anchura equivalente a “dos paraguas abiertos en día de lluvia cruzándose”, muy protegidos por los lados.

Que cada varios kilómetros se hiciera una pequeña reserva de terreno, como un área de descanso, a la manera de los pipican, vallado, donde los peatones puedan sentarse, descansar, tranquilos, sin el temor a ser atropellados. Y así las bicicletas, patinetes y demás puedan circular tranquilos, como es su derecho, a su antojo, sin estorbos, por toda la ciudad.