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Entre partes anda el juego y tiro porque me toca

Ya ha empezado a gobernar el nuevo Ejecutivo en el Ayuntamiento de Pamplona y su estreno ha sido de decretazo o de decrededo, como no podía ser de otra manera. Nos esperan años de cambios y de poner todo en su sitio, como decía el señor alcalde no hace mucho tiempo. Dicho y hecho, todo volverá a su cauce poco a poco, como lo tenían sus señorías antes de que viniesen los rojos a desmantelar el chiringuito que tenían montado, y como ya se acerca San Fermín, pues hay que volver a reabrirlo, que para eso mandan. La varita o bastón de mando da para mucho, según quién sea el inquilino que la posea, y le ha tocado, después de un receso de cuatro años, a la parte contratante de la primera parte (la que dispensa las contratas) secundada por la pareja feliz, la que vive en los límites de la realidad.

La otra parte, no la contratante, la que se ha quedado con cara de: ¿cómo? ¿qué? pues tampoco se ha lucido mucho durante cuatro años, bueno más que lucir, y hablando de movilidad, se ha deslucido, pues no hay quien pueda moverse en esta ciudad, empezando por la avenida de los quebraderos de cabeza, sí esa, la de Pío XII, que con sus lindes de cinco metros y sus pivotes puestos a posta, no a dedo (o quizá también), da para más de un susto, como se ha podido comprobar cuando la marea tiene que entrar por el embudo en la hora punta. Cuestión parecida, y ahora, cambio a la otra parte, es la avenida de Marcelo Celayeta que, con sus intrincadas eses, sale uno mareado. Una geometría totalmente lineal convertida en una curva continua hizo que sus señorías fueran unos magos, pero no de esos magos que traen regalitos, que también, sino de los que en una noche hacen desaparecer las cosas, como los frondosos árboles que asombraban la plaza del Castillo o un aparcamiento reconvertido en un mastodonte metálico, a un lado, y al otro, un bastión oscuro y siniestro que no sabemos muy bien si es para todos o para los que puedan costear la función.

Hay una tercera parte, la que ha hecho que este cambio haya sido posible y, no por menos, vamos a hacerles un homenaje. Un homenaje de verdad, de esos que recordaremos siempre, en los que uno dice: os habéis lucido, pero bien. A esta parte le debemos esas jugadas que hacen que uno no sepa de qué color es el color y quede confundido pensando: pero si yo pensaba..., (con Rivera no) y nos quedamos en eso, pues entre pensarlo, coger la papeleta y meterla en la urna, ya han hecho la jugada, ya la tienen preparada antes del partido, salga lo que salga.

En fin, que entre unos y otros, somos todos los homenajeados que acabamos haciendo malabares para no parecer bobos, porque así es como nos toman a la ciudadanía.