Tafalla 10 de julio. Aquel día ya en los alrededores de Tafalla se podía apreciar la magnitud de la tragedia que en forma de tormenta y posterior riada había asolado apenas dos días antes esa hermosa ciudad. Ya en su interior caminando entre sus calles pude constatar lo que de antemano ya intuía. Escenas dantescas en cada calle, cada bajera, cada casa, la gente se afanaba por limpiar el lodo y toda la porquería que había quedado en las calles.

Me dirigí al lugar que en mi opinión más podía necesitar mi ayuda como voluntario por ser de las más castigadas por la riada. Puedo asegurar que lo que viví aquel día jamás se me olvidará, gente limpiando el lodo con escobas, palas, mangueras, carretillas, vaciando bajeras, tiendas, trasteros? en sus caras sudorosas y manchadas de barro un gesto serio, preocupado. Hombres y mujeres de todas las edades codo con codo trabajando hasta la extenuación sin descanso desde la madrugada. Amas de casa, operarios de fábrica, médicos, una ingeniera-futbolista, una jotera, estudiantes, comerciales, todas y todos unidos como una piña. Sus ropas, su pelo, sus caras ya apenas se distinguían manchadas de barro. Unas con botas de agua, otros con playeras, unos con guantes, otras con las manos desnudas, nadie protestaba, nadie se arrugaba para pasar y coger de mano en mano todo lo que desde el sótano de aquellas viviendas se iba sacando en cubos, en barquillas, en sus propias manos. Sillas, armarios, comida, botellas, ropa, discos de vinilo, libros, en fin, todo prácticamente inutilizable. En ningún momento vi un gesto de asco, de dolor o de tristeza cuando iban apareciendo muchos recuerdos de la infancia o juventud enseres que les tenemos cariño y de los que nos cuesta deshacernos. Todo en estado deplorable. Su trabajo en auzolan, su valentía, su entereza os puedo asegurar que fue admirable.

Yo os doy las gracias por vuestra lección de humildad, de solidaridad, de fortaleza y sobre todo de dignidad que habéis dado. Y os puedo asegurar que a ti Nerea, Laura, Javier txitxipan, Xabi, Mikel, Joseba, Susana, Bea la futbolista, José Miguel, Jose Mari el peraltes y un largo etcétera de personas que no me quedé con sus nombres, nunca os olvidaré. A mí, me habéis llegado al corazón y a ti, jotera, la de las mechas rojas (aún veo el barro en tu cara) te aseguro que algún día cantaremos esa jota que quedó pendiente.

Gracias a todas y a todos por vuestra sencillez y humanidad. Gracias de corazón. Hoberenak zarete, jarraitu horrela mesedez. Besarkada haundi bat denontzat.