Hace unos días, cuando empecé a leer en varios sitios de internet de forma casual que Javier Solano la había liado equiparando la agresión sexual y violación de La Manada a un mero accidente, no daba crédito a lo que veían mis ojos.

Javier Solano, muy conocido por muchos dentro y fuera de Pamplona como “la voz del encierro” por sus largos años al frente de las retransmisiones de las carreras de toros en Sanfermines, siempre caracterizado por su gran profesionalidad, corrección y buen hacer cada vez que aparecía en televisión, y que nunca había tenido ningún tipo de incidente ni ningún problema de nada, de repente era el objetivo de las críticas más feroces y despiadadas en internet y las redes sociales.

Prudentemente, antes de valorar la noticia, me informé y vi la grabación de la polémica. Cuando la vi aún me quedé más sorprendido si cabe (y triste) por cómo se habían sacado sus palabras de contexto. Cualquiera que hubiera visto el momento de la grabación, se habría dado cuenta (tal y como dijo posteriormente el propio Javier Solano dos días después cuando pidió disculpas, por cierto innecesarias desde mi punto de vista) que aquello fue un lapsus lingüístico producto del directo que les pasa a veces a los periodistas cuando están retransmitiendo en directo (y al resto de personas mucho más porque no estamos acostumbrados a hablar cara al público).

¿Cuántas personas (políticos, famosos, deportistas, etc.) hemos visto por la tele o en otro medios equivocarse en directo? Muchísimas, un sinfín, pero sin embargo hoy en día (y sobre todo tras lamentables sucesos como la violación de La Manada), parece que existe un puritanismo que ha invadido el pensamiento colectivo de la sociedad, y que a la mínima y sin contrastar ningún tipo de información o contenido, todos en manada se ceban con la persona que lo ha dicho sin siquiera darle el más mínimo beneficio de la duda, o que, al menos, se pueda explicar.

Y lo irónico de todo esto es que esta vez se han cebado con la persona más equivocada, porque si por algo se conoce a Javier Solano en Pamplona (aparte de ser “la voz de los encierros”), es por ser gran un profesional, de la tierra, que siempre ha intentado evitar todo tipo de polémica y alejarse de ella. Desgraciadamente, no le ha servido de nada, y ha sido objeto de los comentarios más despiadados en internet por parte de muchos descerebrados (la verdad, podría hacer una lista enorme de todas las salvajadas que he visto en internet que se han dicho sobre él durante estos últimos días).

De cualquier modo, espero que con la injusticia que ha padecido Javier Solano durante estos Sanfermines haya quedado de manifiesto y claro el radicalismo y la intransigencia de determinadas personas que, la verdad, no han hecho otra cosa sino hacer el ridículo más absoluto, así como echar odio, pestes y bilis por la boca, o mejor dicho, desde el teclado (ya sabemos lo valiente que puede ser uno desde el otro lado de la pantalla).