La banda de Sánchez y la banda de los mariachis de Rivera han contribuido durante estos días a que en el Congreso de los Diputados se hable de muchas cosas menos de lo que realmente ocupa y preocupa a los ciudadanos. A eso se refería el mejor parlamentario que a día de hoy hay en Madrid, Aitor Esteban, en la segunda jornada de la sesión de investidura a Sánchez.

Ya que la cosa va de bandas podríamos mencionar también la banda de los niños, en referencia al libro de Roberto Saviano. Es cierto que la novela habla de los hijos de la Camorra napolitana, y habrá quien se ofenda al establecer paralelismos entre nueva política y nueva Camorra. Pero existen. Desde dos puntos de vista.

En primer lugar por la ambición por querer conseguir el poder a toda costa. De esta forma se eliminan las buenas formas y se reducen los discursos con contenido y fondo que mantenía buena parte de la generación anterior. Un código de conducta y honor en el que no todo valía. El punto por el cual Albert Rivera se está descalabrando con traje y sombrero de charro. La baby política y la política viral sus únicos asideros.

En segundo lugar: la teatralización del discurso. En la era de Twitter, la banda de los niños se mide por los likes recibidos y por el alcance de sus declaraciones y actos. Se vio en las primeras conexiones con el hemiciclo, y antes de que los diputados tomaran asiento el primer día de la sesión de investidura. Se sabían observados y actuaban por y para la cámara, no por y para el ciudadano.

Albert Rivera, presidente de la banda de los mariachis, ha llegado a ser calificado por uno de sus mentores políticos como adolescente caprichoso. Podría haber añadido también el calificativo de adolescente mentiroso. En una de sus declaraciones durante la sesión de investidura, y dirigiéndose al PSOE, declaraba textualmente que “en Navarra gobiernan ustedes con Batasuna”, cuando es sabido que en Navarra todavía no se ha formado Gobierno.

La banda de los niños es la que mejor refleja a una parte importante del arco parlamentario español salvo excepciones como Aitor Esteban y otros diputados que cuando salen a por setas no se despistan con los Rolex. Entre lo nuevo hay muchas cosas buenas, y entre lo viejo algunos vicios de lo nuevo -Borrell mascando chicle desafiante no tiene precio-. Esperemos que la cosa mejore y España sepa adaptarse a una democracia sin duopolios, sin duda un avance respecto a la etapa anterior.