No me cabe la menor duda de que salir a un país que no es el propio, trabajar y residir en él durante un tiempo determinado, aporta muchos beneficios en el plano cultural y social. Desde luego, ese agradable estímulo de ver mundo ha llegado a ser una de mis aficiones favoritas en mi manera de vivir.

De tales viajes y estancias provienen estas observaciones especialmente dirigidas a jóvenes emprendedores que tengan esa misma ilusión o necesidad.

Ni que decir tiene que tal experiencia aumenta las posibilidades y expectativas de empleo laboral cuando se regresa a la tierra de origen, puesto que les da un valor internacional añadido que se cotiza mucho hoy día.

Hay que tener cuidado, no obstante, con esa apremiante fascinación, propia del turista primerizo, que admira sin ninguna clase de limitación, todo acerca del nuevo país, y se confunde cuando surgen circunstancias adversas que enturbian el resultado final de su plan.

Un modo de superar tal crisis es encontrar un alma gemela, que siempre aparece en los momentos difíciles, la cual os oriente sobre la vida, costumbres y demás particularidades del lugar y de sus gentes, para que las integréis a vuestro carácter y logréis esa identidad bicultural que madura la propia personalidad.

De este modo, y con mucho interés por practicar el idioma del país de que se trate, sin miedo a cometer errores, como hacen aquí los extranjeros cuando nos hablan un español de solo sustantivos e infinitivos encadenados, conseguiréis de vuestros anfitriones una indulgente sonrisa, como agradecimiento a vuestro esfuerzo por aprender su lengua.