De todo el agua dulce que contiene el planeta, el 70% se utiliza para producir alimentos. Siendo que el 30% de ellos terminan en la basura, sostenemos la inmoralidad global de un exceso de producción para el primer mundo, a costa de sacrificar criaturas animales, desertificar y provocar muerte infantil por enfermedades fácilmente curables como la malaria, mantener de hambre y sed al tercer mundo... cuando bastaría solucionarles el problema del agua.

De todos los envases de plástico para contener agua de boca, no se reciclan ni el 20%, terminando el resto, en el mar, en vertederos o en la hoguera, siendo los mayores contaminadores del mundo: Danone, Coca-Cola, Pepsi y Nestlé.

Razones de supervivencia exigen tomar conciencia de que nuestros castigados mares, comienzan en los desagües de casa. Que si el agua del grifo es sana también lo será la “piel” del mar, la de nuestros bebés en la bañera y para las arterias de la mayoría de pensionistas obligados a tomarla del grifo. Tomar conciencia, que la atmósfera respirable comienza en el cubo de nuestra basura y en el combustible que tracciona nuestros vehículos.

En 2008 hizo campaña a favor del consumo de agua del grifo, por considerar inmoral e insolidario beber agua envasada en botellas de plástico. El Gobierno británico lo prohibe en dependencias oficiales y festivales y eventos públicos.

Hoy, beber agua natural (no tratada) es privilegio de pocos. El agua tratada del grifo de casa, aun siendo potable, está lejos de ser saludable, ya que el tratamiento químico habitual (fluor e hipoclorito de sodio) no es inocuo.

En el ámbito privado, cada vez mas países europeos ofrecen agua del grifo gratuita en sus restaurantes; en Francia es obligatorio hasta en los bares. Al ser un bien de consumo necesario para preservar la salud en toda la población, los departamentos de salud y medioambiente de gobiernos locales deberían ocuparse como hicieron los Comú en el Principado de Andorra, la Comunidad parte de Castilla y León y de Andalucía, sustituir el hipoclorito de sodio (lejía) por dióxido de cloro (eficacia biocida selectiva con menor dosis) para impedir la ingesta de los temibles trihalometanos (THM) y fenoles en su ración diaria de agua del grifo y reducir el sabor a cloro... y la factura de la Seguridad Social.