Sudáfrica, la otrora nación del arco iris donde convivían todas las razas y culturas en armonía bajo el mandato de Nelson Mandela se va a pique. Los descendientes de Madiba han olvidado su espíritu conciliador, quieren confiscar las tierras a los granjeros afrikáners, agricultores de origen holandés que llevan en África del Sur desde 1652; recalco el verbo confiscar ya que no les van a compensar económicamente: igual que ocurrió en Zimbabue, la antigua Rhodesia, arruinando el país. Los afrikáners son otra tribu africana más: tienen su propio idioma, el afrikáans, y Sudáfrica es su hogar. O el mundo pone freno a los desmanes del Gobierno del Congreso Nacional Africano u otra crisis impredecible se avecina en el cono sur de Africa. Europa y Occidente tienen una visión cortoplacista y se centran en ONG bienintencionadas como Open Arms que recogen inmigrantes del Mediterráneo; quizá se puede acoger a un millón de personas, pero hay cientos de millones pendientes por venir. Debemos intervenir en los países eliminando su necesidad de emigrar, sino solo será como poner una tirita en una herida abierta. O se presiona al CNA o Sudáfrica se encamina al ocaso afrikáner y con él el de la nación del arco iris.