La narcolepsia es un trastorno neurológico caracterizado por una excesiva somnolencia diurna acompañada en muchos casos de cataplejias (crisis parcial o total de pérdida muscular).

Las cataplejias se desencadenan principalmente ante situaciones de estrés y emociones fuertes ya sean bien de alegría o enfado, es decir, casi te tienes que convertir en un robot para no descalabrarte.

Recientemente el periodista Jordi Evolé ha confesado padecer nuestra enfermedad. La narcolepsia es una enfermedad rara o poco frecuente de carácter autoinmune, esto significa que nuestro propio sistema inmunológico ataca por error las células que regulan la vigilia del sueño, se llaman hipocretinas y nos las destruye.

A la vez es muy característico que padezcamos ataques de parálisis de sueño y alucinaciones hipnagógicas e hipnopómpicas. Una persona con narcolepsia y cataplejia siempre tiene un sueño nocturno fragmentado y no reparador y de día se puede dormir como se dice coloquialmente en “cualquier esquina”. Al ser una enfermedad limitante y crónica las medicinas siempre son paliativas y nunca curativas.

No es fácil vivir con esto las 24 horas los 365 días al año, todo el día cansado, jugándote el pellejo en cada ataque, pero mi intención no es que me compadezcan sino todo lo contrario, quiero lanzar un alegato a la positividad.

Porque para las personas que padecemos narcolepsia, como para las miles que padecen enfermedades raras o poco frecuentes, el mero hecho de ver amanecer y tener ganas de luchar por esa vida digna que sin duda nos merecemos es un motivo de esperanza.

Cuando veas por la calle, centro escolar o laboral a alguien que esté durmiendo o con los ojos en modo intermitente, igual eso no supone que haya estado de fiesta, ni con la play ni wasapeando toda la noche, puede que sencillamente padezca de narcolepsia.

Si no nos conoces no nos reconoces