cuando se alcanza el éxito que recientemente tuvo la selección de baloncesto los parabienes no dejan de recibirse: “son una gran familia”, “aportan unos valores que necesita el resto de la sociedad”, “es una gesta sin igual”? ya se sabe, la charanga de siempre. ¿Por qué no profundizar un poco en las claves de estos triunfos?

Ganar un torneo como un mundial o una liga de fútbol supone que los otros no ganen. Es decir, otros pierden. Si todos los equipos son una familia, si todos juegan con la misma intensidad y entrenan al mismo nivel el resultado será el mismo: ganará uno y el segundo clasificado será el primero de los perdedores. ¿Entonces? Lo que se debe valorar es el potencial teórico. Aunque en el mundo del deporte es difícil, una regla sencilla sería evaluar los salarios de todos los integrantes de cada selección. Los que ganen más, primeros favoritos. Los siguientes, los segundos. Y así sucesivamente. ¿Quedas por encima del ránking? Bien. ¿En la misma posición? Lo esperado. ¿Por debajo? Mal.

En un mundo tan resultadista como el de hoy es importante valorar lo que no se ve. Y lo que no se ve, es precisamente, los partidos de baloncesto. Un aficionado al fútbol tiene todas las semanas algún partido en abierto y dentro de lo malo se puede bajar al bar de la esquina y puede disfrutar de su equipo favorito. ¿Y un aficionado al baloncesto? La Euroliga es la mejor competición de nuestro continente, y la final de la misma se realiza en formado de Final Four. Sin embargo, ¿dónde se puede ver? Como el fútbol arrasa con todos los horarios del fin de semana, no hay espacio para este evento. Así la afición poco a poco va disminuyendo, pese a los éxitos de la selección española. Lo que ocurre es que la bajada es muy lenta. Si por ejemplo, cada año la afición baja un 5%, después de 10 años habrá un 40% menos de seguidores. Los números, números son.

Es pertinente distinguir los deportes de “patio de colegio” de los “elitistas”. La razón es sencilla: alguien que destaque desde niño en fútbol, baloncesto, balonmano o atletismo puede ir prosperando hasta, quizás, ser un profesional. Sin embargo, ¿qué podemos decir de deportes como el motociclismo, el automovilismo, el golf o incluso el tenis? Si no hay apoyo financiero, la cosa es mucho más complicada. Por eso es prioritario, si se quiere mantener el éxito del baloncesto, fomentar la visión de más partidos en abierto; no sólo los de la selección. La NBA es un mundo aparte y tiene sentido que los aficionados que deseen verla paguen, pero las competiciones nacionales deberían estar más protegidas.

Y no es sólo televisión: existen equipos de la Liga ACB que tienen muy pocos jugadores españoles. Es más difícil que un niño se dedique a practicar baloncesto si observa que la probabilidad de llegar a la élite es ridícula. Desde luego, se debe hacer un matiz capital a nivel educativo: cualquier deporte, sea el que sea, es un fin en sí mismo. Es mejor adquirir valores como la solidaridad o el trabajo en equipo que llegar a triunfar de cualquier forma. Pero los incentivos importan.

Son las cosas de la economía: el hecho de que el fútbol absorba gran parte de entretenimiento genera que sus salarios se disparen, mientras que en casos como el balonmano en los que antes había más afición y seguimiento (también influye que la liga la gane siempre el mismo) tenemos que muchos jugadores no tienen otro remedio que compatibilizar deporte y trabajo. Sí, se puede jugar a nivel profesional, pero cuando termina la vida deportiva se vuelve a empezar de cero. Tampoco se debe infravalorar el peso de la suerte. Si un equipo gana, es debido a “su carácter ganador” y a que “nunca se da por vencido”. Si pierde, “no saben gestionar sus ventajas” o “les falta carácter competitivo”. Como tantas otras cosas en la vida, primero se ve el resultado, después se sacan las conclusiones. Es una pena que funcionemos así. Podemos reflexionar: si un equipo de fútbol tira una vez a puerta y gana el partido, “han sido muy prácticos”. Si tira tres veces al poste, falla un penalti y el portero rival tiene el día de su vida, “son unos inútiles que no han sabido aprovechar sus ocasiones”. En el segundo caso han jugado mucho mejor, pero sólo se contabilizan los números.

Por supuesto, no pasa eso sólo en el deporte. En las elecciones andaluzas de diciembre del pasado año, Vox dio la sorpresa al sacar muchos más diputados de los previstos. En consecuencia, el ideólogo que preparó las elecciones era un “genio” y un “mago”. ¿Qué es ahora?

En consecuencia, podemos sacar tres conclusiones. Es más importante el esfuerzo que el éxito. Los valores se demuestran cuando se pierde. No es bueno dormirse en los laureles.

Economía de la conducta. UNED de Tudela