El dictador deja el mausoleo, cerramos una etapa y abrimos otra. Cuando aciertan es preciso también reconocerlo. No sólo cuando yerran. Lo han hecho bien los socialistas. Lo han hecho con la discreción y a la vez con la dignidad que el dictador negó a los millones de vidas que se cobró su golpe y dictadura.

Ha sido con mucho retraso, pero no por ello dejamos de celebrarlo. Sin embargo, ese mismo retraso incomprensible para el mundo, ese mismo anacronismo se extiende aún a ciertos aspectos de la vida política. Ese reloj no puesto aún al día está lamentablemente en la raíz de algunas de las situaciones de intolerancia, de algunos modos autoritarios que hoy aún permanecen vivos. Es cierto que no estamos en Turquía, pero tampoco en Suecia ni Suiza, y quisiéramos ver más pura y brillante nieve embelleciendo nuestra geografía.

Cerramos una etapa y abrimos otra. Vamos a llenarla de esperanza, vamos a colmarla de mutua tolerancia, de mutuo entendimiento y comprensión. Hagamos por poner todas las manecillas en hora de la buena. Volaba ya el dictador en ese helicóptero que se perdía entre el cresterío de la sierra, se difumine con él, también para siempre, toda herencia de imposición. Llegue ya un nuevo tiempo de plena tolerancia, de entero triunfo de la genuina democracia, el diálogo y el acuerdo.