En los valles y en el monte necesitas conocer muy bien el camino y las señales, de lo contrario caminarás en redondo hasta la extenuación. La niebla. Es como nacer ciego. Arriba, en la cima, cuando llegas, contemplas las nubes bajo tus pies. Pero no a la corte celestial; y cuando despeja ves todo el valle, los castaños, las ovejas y las yeguas guapas que miran de frente al sol. Ya te puedes morir, porque sabes que estás vivo chorreando de sal líquida en forma de sudor, la boca seca y hambre. El queso, la bota de vino te ayudan a reconocer de nuevo que la hermosura está por dentro y por fuera y entra por los ojos en la forma temblorosa de los hayedos dorados al cobre, por los oídos en brisa, por el olfato en olor de musgo, por los labios en forma de beso y en el alma en forma de niebla. Es una de las razones porqué vivir; es la forma que la vida te regala un susurro y un parpadeo húmedo sin lágrimas.