reconozco que no es fácil poner orden en el territorio, nunca lo ha sido. Pero cuando parece que ya se está llegando a disponer de un cuerpo legal capaz de evitar nuevos desatinos, veo que no es así, que la realidad se impone y que el Gobierno de Navarra de turno, (que en cuanto a ordenar el territorio no veo que haya diferencia de bandera ni de color), vuelve a usar una vez más los instrumentos de ordenación del territorio para hacer caja, dando salida a lo que haga falta. La ordenación del territorio ha dejado de ser un objetivo que tiene como fin conseguir una ciudad que pueda llamarse como tal y un territorio equilibrado y respetado, y se ha ido transformando en una disciplina de mera gestión, en la que la cuestión se centra en la manera de driblar lo legislado, el planeamiento aprobado y hasta el sentido común.

Leo en el periódico que en la parcela de la antigua Superser, se plantea una actuación que albergará usos comerciales, un hotel y sendas residencias para estudiantes y para personas mayores. Es el Gobierno de Navarra el titular actual de la parcela, y era de esperar que, al deshacerse de la parcela de la antigua Superser, tendría en cuenta no solo la legislación vigente, sino algunos criterios urbanísticos, y de sentido común, que van siendo incorporados al cuerpo normativo y que se van aceptando socialmente. Si fuese cierto que desde el Gobierno de Navarra se quiere apoyar el comercio urbano, el comercio de ciudad y en la ciudad, si fuese verdad que se quieren cambiar los hábitos en los modos de accesibilidad, y que se desea conseguir una mayor integración de los usos residenciales con los usos comerciales, terciarios y con los equipamientos, si fuese todo eso cierto, no se plantearía un nuevo centro comercial en ese sitio, ni una residencia de estudiantes, ni una residencia para personas mayores, ni, quizá tampoco, un hotel (que quien visita la ciudad también requiere de un entorno amable y seguro, aunque solo sea para estirar las piernas). El entorno no lo aconseja (polígono de servicios), ni tampoco el modo de accesibilidad que requerirá la actuación (desplazamiento en coche), ni la falta de integración social que supondrá, ni la carencia de equipamientos de su entorno.

Y cuando en defensa de la actuación se hable de los puestos de trabajo que se generan, no estaría mal que, con la misma tipografía, se hablara de los puestos de trabajo que también van a desaparecer. Me explico: el consumo comercial que se genera en la ciudad será esencialmente el mismo, exista o no ese centro comercial. Esto funciona como aquello de la energía, que ni se crea ni se destruye, sino que se transforma. Por ese motivo, la generación de un nuevo centro comercial lleva a la generación de puestos de trabajo, pero también, inevitablemente, a la desaparición de la superficie equivalente en otros tantos comercios, comercios que perderán ventas y que incluso desaparecerán. Si usted vive en un barrio consolidado, mire en su entorno y vea si hay más o menos locales comerciales funcionando que hace unos años; no le costará encontrar locales vacíos ni sacar sus propias conclusiones. ¿Lo ve?

A partir de ahora, espero que quienes han tomado esa decisión no me hablen de cambio climático, ni de utilizar menos el coche, ni de integración de los mayores en la ciudad, ni de apoyo al comercio urbano, ni de potenciar el turismo, ni de evitar guetos con los estudiantes, por favor. ¿Es que no hay otras necesidades colectivas más acordes con ese lugar? ¡Ah!, y veremos finalmente en qué queda la operación, al tiempo.

Qué pena, solo queda el refugio en la ficción.

El autor es arquitecto urbanista y novelista