La dictadura de Franco fue férrea y unipersonal. Cuatro decenios de feroz autocracia autárquica lograron que sus tentáculos se infiltraran en ámbitos existenciales y desataran un eterno vendaval de retroceso intelectual.Nacida la incipiente democracia, militares golpistas, policía represora, jueces ejecutores de leyes antidemocráticas, y ministros franquistas cambiaron de chaqueta, ocuparon destinos estratégicos en empresas públicas, o simplemente conservaron sus cargos. Así, la ideología retrógrada caló en toda la sociedad y se ancló al subconsciente colectivo. Décadas después de su muerte, aún nos vigila desde su gélida tumba con tanto vigor que su legado, heredado de padres a hijos, da vueltas perdido entre circunvoluciones y surcos cerebrales. Por eso, una gran parte de la población no advierte el lastre franquista que aún le queda por soltar, y asume con naturalidad actitudes y discursos que, en democracias avanzadas, fundirían los plomos de cualquier cerebro sano. Subsanémoslo.