El mundo del libro, como tantos otros, se enfrasca muchas veces en lo urgente y prioritario. Vivimos de plazos, plazos en los que hay que publicar, hay que salir al mercado a toda costa, para el día del libro, para San Jordi, para la feria de mayo, para la campaña de Navidad… Los autores entregan tarde, hay que corregir los textos a toda velocidad, maquetar en un pis pas, diseñar la cubierta para anteayer, solventar problemas técnicos de última hora, enviar a imprenta en fecha límite, presionar al impresor, correr al depósito legal y distribuir con frenesí, intentando hacer una campaña de comunicación rápida y eficaz para que nuestros recién nacidos ocupen un sitio preferente en los escaparates.Y de repente…, tenemos tiempo, todo el tiempo. Como dice Carlos Rojas (de la plataforma Metabooks México), “la pandemia significa un alto en el camino que no habríamos hecho de no ser forzados; una pausa que puede servir para pensar nuestro negocio desde una perspectiva distinta. Paradójicamente, estar aislados, pero inmersos en el mundo digital, puede empujarnos a que volvamos a encontrarnos”.La tecnología nos permite trabajar desde cualquier lugar. Es cierto que nuestros templos, las librerías y las bibliotecas, han cerrado sus puertas de cristal, pero sus puertas virtuales siguen abiertas, igual que las de las editoriales. Y no hay mejor compañía que la de un buen libro, un libro que nos permite viajar al infinito sin movernos del sofá. Frente a la innegable fuerza del audiovisual, este maravilloso objeto de papel (sí, el ebook tiene sus ventajas, pero ese tacto…) nos ofrece un viaje mucho más íntimo, mucho más personal, en el que cada lector o lectora recrea el escenario a su medida, sin límites, porque nuestra imaginación no conoce fronteras ni confinamientos.Por otra parte, como profesionales del mundo del libro, podemos trabajar con calma, sin prisas, sin ese frenesí cuasi salvaje que se apodera de nosotros en cada campaña. Aunque seas una editorial minúscula, debes esforzarte en no quedar descolgado del mercado, del todopoderoso mercado. Ahora tenemos tiempo -todos sin excepción- de repensar nuestras publicaciones, de pulir aún más nuestras correcciones, de restablecer esa comunicación con esos amigos y amigas libreras que no alcanzan a leer tantos correos electrónicos plagados de catálogos, y que en contadas ocasiones pueden mantener una conversación telefónica sin interrupciones, porque, obviamente, la prioridad es el cliente presencial (además de administrar la librería con un torrente de publicaciones, con sus correspondientes albaranes, que llegan cada día sin descanso).Quién sabe si, quizás, sea el momento, la oportunidad, de reinventarnos, de repensar el negocio del libro que -dicho sea de paso-, tiene muy poco de negocio por mucho que se empeñen algunos.En fin, el mundo del libro, esa inmensa red de lectura, de cultura, tiene su propio latido, un latido que puede ralentizarse, pero que va a mantener sus pulsaciones.No puedo acabar esta reflexión sin un agradecimiento a todos aquellos (personal de almacenes, de distribución y de transporte) que hacen posible que nuestro corazón de papel siga latiendo ¡Salud y libros!