Volvemos a ser cinco en casa. Después de treinta y siete días en el hospital, veintinueve de ellos en la UCI, nuestro hijo de 16 años vuelve a su casa, su hogar y su familia tras sufrir un grave problema de salud que gracias a su juventud y fortaleza pudo superar.Estas palabras no son para contar su historia, que en estos días de tantos contagios, ingresos e incluso fallecimientos por el coronavirus sería una historia más que se diluye dentro los cientos de familias con preocupaciones, de no tener la certeza de si su padre o madre, hermano o hermana… saldrá adelante. Me pongo en su piel y en muchos casos su situación será complicada, difícil e incluso dramática. Nosotros lo vivimos todo ello de primera mano, pero nuestra historia acabó bien.Estas palabras van para todo el equipo sanitario: médicos, personal de enfermería, celadores, personal de limpieza, que se volcaron y se vuelcan todos los días por intentar salvar vidas y cuidar a los pacientes. Nuestra gratitud es y será infinita para con todos ellos. No solo por el conocimiento, profesionalidad y saber hacer, transmitiéndonos toda la información con transparencia y fidelidad, sino también por su empatía, cercanía y todo el cariño que era posible hasta en los momentos más difíciles. Encontramos no solo grandes profesionales, sino también grandes personas. La deuda que tenemos con todo aquel que le cuidó, ayudó y mimó es impagable; el salvar una vida lo es. Hoy, más que nunca, ponemos en valor la necesidad de tener sanitarios suficientes y bien formados, así como equipación e instalaciones modernas. Mañana, cuando superemos esta terrible pandemia, los ciudadanos deberíamos exigir a nuestros gobernantes no solo el reconocimiento moral a todos ellos, sino que tengan las mejores condiciones posibles, económicas inclusive, porque se lo merecen. Ayer, hoy y mañana.