El lunes 30 de marzo el programa de El hormiguero de la tres contó con la colaboración de Iñaki Gabilondo, queridísimo periodista que como siempre puso el dedo en una de nuestras innumerables llagas. Comentó que todos conocemos la imagen de esa pirámide social, en cuya cúspide están los poderosos. En un cierto orden descendiente; banqueros, políticos, industriales, la Iglesia católica, profesionales universitarios, ingenieros, arquitectos, notarios y demás integrantes de ese grupo considerado tan privilegiado como distante por la gente común. Diferentes, por cierto, de los profesionales de la medicina, que siempre han gozado de la cercanía y el respeto de todo el mundo. Bajando en la pirámide, los currelas más o menos cualificados: mecánicos, fontaneros, cocineros, pintores, electricistas, panaderos, fabriqueros y un largo etcétera. Y en la base de la misma, el gran grupo de los considerados no cualificados: celadores, repartidores, transportistas, agricultores, recolectores, camioneros, señoras de la limpieza, barrenderos, recolectores de la basura y muchos más. Mal pagados, con una gran precariedad laboral y que forman la base de esa enorme pirámide social. Ponía Gabilondo de manifiesto la extraordinaria paradoja que ha puesto sobre la mesa la pandemia del coronavirus. De buenas a primeras hemos tomado conciencia de que los poderosos de la cima de la pirámide tienen poco que hacer en la resolución del enorme problema que tenemos, y que los que están sacando las castañas del fuego en este país son, en primer lugar, los profesionales de la medicina y, de su mano, todos esos que están abajo, limpiadores, los que llevan comida a las gentes y todos los antes mencionados de la base de la jodida pirámide y que los que no sirven son los de la cúpula. Nos decía que los de abajo son los que ahora juegan en primera división y a los que habrá que agradecer verdaderamente las cosas cuando esto termine. Y que sería muy bueno que todo esto nos ayudara en su momento a recalificar los estatus de nuestro sistema social. Como siempre, gracias Iñaki.