Este julio no será como tantos que hemos vivido hasta ahora en Iruñea. Tampoco lo está siendo la situación en la que ya vamos para dos meses inmersos/as. Pensar en un día 6 y no imaginarlo en blanco y rojo, más allá de la extrañeza, me llega la pena, la txirrinta, y al mismo tiempo la paciencia y serenidad a sabiendas que ahora las prioridades, claramente, son otras.Desde hace un par de semanas tengo la extraña sensación de que si ahora mismo, en el momento en que usted lee esto, desde las autoridades competentes nos dijesen algo parecido a que “el virus sigue en idéntica situación a la que nos cuentan, pero que la capacidad de hacer vida normal depende de nuestra propia responsabilidad”, en apenas un par de horas, generalizando al extremo, estaríamos poteando en lo Viejo y riendo en parques varios. Confío en el buen hacer como individuos, no así a escala colectiva. En masa tendemos a emular y hacer lo que hace el de al lado con una envidia contenida o fruto de una genética invariable.Hablo por mí. Si ahora mismo tuviese la libertad para hacer lo que quisiera, lo primero que haría sería visitar a mi madre y seguidamente ir a la tranquilidad del monte. El pintxo socializante tardaría en llevarlo a cabo, lo dejaría para el sexto lugar, por lo menos en mi lista. Obviamente cada persona dibujaría sus prioridades, todas ellas respetables y plausibles, responsabilidad implícita.Ahora que el nudo ya asfixia menos que a inicios de abril, creo que es momento de aguante, prudencia y cordura para poder salir garantes y no tener que retornar a unas medidas imprevisibles. ¡Y qué hago con los hijos! ¡Yo sin balcón no aguanto más! ¡No aguanto más!... y otras tantas entran en el bombo también.La puerta comenzará a dejar pasar luz y tendremos que ver cómo y en qué circunstancias reiniciaremos la marcha. Estamos cerca.La faja y el pañuelico quedan a la espera en una celebración íntima lejos de fotos, imágenes y chiribitas al sol. Todo llegará. Todo.