a irrupción de la crisis sanitaria, social y económica derivada del coronavirus está trayendo al debate público la necesidad de replantearnos modelos prácticamente intocables hasta la fecha. Parece evidente que el cambio climático pasará a ocupar un lugar más prioritario en la agenda política, social y mediática. También está en cuestión el modelo mundial de extracción-producción-distribución, con cadenas de valor globalizadas y evidentes externalidades negativas, en forma de empobrecimiento de regiones enteras o de daños medioambientales irreparables. Qué decir del insostenible modelo turístico, con la búsqueda constante del glamour y la exclusividad, no importa a cuántas toneladas de keroseno se encuentre. Por no hablar de la gobernanza mundial, caracterizada en demasiadas ocasiones por la ley del más fuerte y la falta de solidaridad.

Bienvenidos, por tanto, estos y otros debates, que apuntan a cambios profundos de modelo, y confiemos en que puedan servir para afrontar de manera más empática próximos retos que volverán a recordarnos nuestra vulnerabilidad. Consciencia de la vulnerabilidad, propia y ajena, inseparable de la necesidad de revalorizar los cuidados y a quienes los propician. Porque hablamos de sectores enormemente feminizados, con gran porcentaje de población inmigrante, muchos de ellos precarizados y desprestigiados, que se han rebelado como esenciales: cajeras de supermercados, sanitarias, trabajadoras del ámbito de la dependencia, maestras y profesoras, limpiadoras y trabajadoras domésticas€ La revisión del modelo de cuidados debe suponer un cambio estructural impulsado por las instituciones públicas, que coadyuve el cambio actitudinal de la población. Especialmente de unos hombres que -en un gran porcentaje- todavía no estamos asumiendo el nivel de corresponsabilidad que, en una sociedad igualitaria, nos correspondería.

Porque esta crisis está dejando en evidencia que, cuando la sociedad no puede contar con los servicios públicos que potencian la conciliación laboral (como las escuelas infantiles o los servicios de atención a la dependencia), cuando el peso de este trabajo de cuidados vuelve a recaer en los hogares, son las mujeres quienes, muy mayoritariamente, siguen asumiendo estas responsabilidades.

Ante un discurso pro igualitario que, aparentemente, cada vez va calando más en nuestra sociedad, la realidad nos sigue mostrando sus límites y contradicciones. Porque siguen aquí la preponderancia masculina en los ámbitos de poder y en el espacio público, la brecha salarial, la diferente asunción de tareas de cuidados, la menor participación política de las mujeres o la violencia de género, por citar unos pocos ejemplos.

Durante los últimos años, tanto el Gobierno de Navarra como un buen número de instituciones locales han impulsado iniciativas destinadas a que los hombres trabajemos en torno a nuestra masculinidad. Talleres realizados en distintas localidades navarras, con un enfoque cada vez más interseccional, dan fe de ello. También lo hace el programa de coeducación Skolae, pilar fundamental en la prevención de estereotipos y actitudes machistas, así como en la visibilización explícita de que todas las personas deben tener las mismas posibilidades de desarrollar el proyecto vital que deseen. Otra medida, menos conocida todavía, es el itinerario formativo diseñado por el INAI para el personal de las administraciones públicas navarras, uno de cuyos módulos aborda las masculinidades igualitarias. Desde Geroa Bai aplaudimos esta propuesta, al tiempo que abogamos por políticas públicas más ambiciosas; por ejemplo, ampliando esta oferta formativa a responsables políticos de cualquier nivel de nuestra administración. Estamos convencidas de que, en coherencia con otras iniciativas como el Foro de Mujeres Políticas en Entidades Locales de Navarra, esta medida es fundamental para asegurar la transversalidad del análisis de género en las políticas públicas.

Para alcanzar la ansiada igualdad entre mujeres y hombres, es imprescindible conjugar el impulso macro con el micro, los cambios sistémicos con los compromisos individuales. Sin culpabilizaciones, pero con asunción sincera de responsabilidades. Sin prisas, pero empezando ya. Con humildad, pero con firmeza, podemos mover estructuras que, como el machismo, solo contribuyen a hacer menos vivible la vida.

Ezina, ekinez egina. "Se puede hacer lo imposible, haciéndolo".

El autor es parlamentario foral de Geroa Bai