Con el café y con la leche podíamos encontrar similitudes que se dan en la política, por supuesto que en sentido figurado. Unos quieren la independencia, otros la soberanía compartida y otros la unidad, y que podía ser el equivalente al café solo, al café descafeinado y por último al café con leche. Si solamente fueran estas tres opciones políticas, con el café, con la leche y con la mezcla de ambos elementos resolveríamos el gran problema con que hoy atraviesa lo que todavía conocemos por España, pero al darse la circunstancia del sin número de proyectos políticos que cada partido propone, entramos ya en matices que complican el organigrama, a saber: café corto, café largo, descafeinado de máquina, descafeinado de sobre, café cortado y café con leche, sin entrar ya en lo de servido en vaso, en taza, o en tazón. Si nación es la comunidad de individuos, asentados en determinado territorio, y expresa la naturaleza de uno, o de donde es natural, esta apreciación va a depender, según nos agrade el café, el café descafeinado, o el café con leche, y además de los numerosos matices que como decimos se dan entre ambos productos.Para llegar a un buen entendimiento, todos los componentes de una sociedad han de actuar de buena fe, es decir, dejando de lado el mal café, y por supuesto la mala leche, ya que si no corremos el riesgo de que ambos productos resulten indigestos y terminemos entre todos armando un “cacao”, producto éste que, aún cuando es muy alimenticio, a pocos agradaría que se lo impongan.