La situación creada ante la renovación del Convenio de la Enseñanza Concertada en Navarra ha sido objeto de varias cartas y artículos en los días anteriores. Como afectado por los recortes de las condiciones laborales me gustaría comentar algunos aspectos.

Creo que los trabajadores aceptaríamos de buen grado una congelación salarial, dada la situación de crisis económica a la que nos ha abocado la pandemia, siempre que sea para todos los ciudadanos y con la única excepción de las rentas más bajas. Lo que se nos hace más difícil de digerir es la reducción de cuatro a dos horas para las personas mayores de 57 años y la eliminación del complemento a la jubilación parcial (que lleva consigo la contratación de un relevista). Los profesores de más de sesenta años, como es el caso del que suscribe, hemos dedicado lo mejor de nuestra vida y de nuestras capacidades a la noble actividad de la educación. Y, ahora que podríamos aligerar nuestra carga de trabajo, resulta que se nos “premia” con toda clase de dificultades. La verdad, no esperábamos gran cosa de nuestra Patronal, siempre muy preocupada por defender su estatus y muy poco o nada las condiciones laborales de sus trabajadores, pero, que un consejero de un gobierno que lleva en las siglas de su partido la “s” del socialismo aparte a los sindicatos de la negociación y nos someta a un trágala a los trabajadores, resulta algo insólito y preocupante. Sabemos que vivimos en una sociedad líquida donde los principios están en constante riesgo de naufragio, pero es evidente que, con decisiones como esta, el socialismo se zambulle de cabeza en la caricatura y la contradicción.

El rejuvenecimiento de las plantillas de docentes es una necesidad perentoria. Los retos éticos, intelectuales y metodológicos que nuestra sociedad plantea requieren por parte del profesorado de una energía de la que ya no disponemos los profesores de avanzada edad.

No se trata de construir falacias ad misericordiam, queremos decir sencillamente que recibimos toda esta maniobra como una injusticia. Desde aquí le recuerdo al actual consejero de Educación, señor Gimeno, que equivocarse es de humanos, rectificar de sabios.