l Gobierno de Navarra, por medio de su Dirección General de Obras Públicas, ha llevado a cabo el asfaltado de la carretera de acceso al fuerte de Ezkaba desde Artica por valor de 65.966 €. La explicación es que su deteriorado estado reduce la seguridad vial de los usuarios, particularmente ciclistas. Un despropósito.

La mejora del firme, mientras no venga acompañada de restricciones al paso de vehículos a motor, es una invitación a la multiplicación de coches, en abierta competencia a los cientos de viandantes y ciclistas que, de modo explosivo en los últimos años, han tomado el monte como un gimnasio a cielo abierto. Un evidente incremento del riesgo para la seguridad vial, que no quedará paliado con una señalización de limitación de velocidad.

Esta actuación invita a realizar una reflexión más amplia, no solo sobre el camino de acceso al fuerte -ejecutado en su actual estado, con sus característicos muretes de protección lateral… por presos del fuerte de Ezkaba a partir de mediados de 1937-, sino también sobre el fuerte mismo.

El fuerte de San Cristóbal o de Ezkaba fue declarado Bien de Interés Cultural en 2001. Desde entonces, las únicas actuaciones conocidas han sido los derribos interiores llevados a cabo por su titular, el Ministerio de Defensa en 2011, borrando elementos necesarios para la comprensión de ese espacio carcelario entre 1934-1945.

Se suman a la precipitada demolición de la cárcel provincial en el barrio de San Juan en 2012, a un costo de 150.000€. Borrada antes de que llegasen al registro municipal los cientos de firmas que solicitábamos un debate acerca de sus posibilidades, como había sucedido con la cárcel de Oviedo, Segovia o Valencia, donde se le han dado otros usos institucionales o sociales.

La valorización del fuerte como lugar de memoria, su profunda huella como penal con miles de reclusos, cientos de muertos, objeto de la mayor fuga carcelaria europea, es una asignatura pendiente. Hay un primer paso necesario: la transferencia de su titularidad desde el Ministerio de Defensa al Gobierno de Navarra u otra institución civil y pública. La sintonía política con el Gobierno de España debiera facilitar este paso. Hace cincuenta años se hizo la trasferencia de la Ciudadela militar a la ciudad de Pamplona, ejemplo de disfrute ciudadano de esas caducas instalaciones militares.

El caso del fuerte presenta características diferentes. Su ubicación, en lo alto del monte, su faraónica magnitud, con 160.000 m2 de fortificación, hace inviable su restauración integral. La prioridad del Gobierno de Navarra hoy, octubre de 2020, es hacer frente a la pandemia reforzando la sanidad pública, dotando de más medios a los centros escolares. Sin discusión. Ello no evita que, con una titularidad civil, se procediera a rehabilitar el Cuerpo de Guardia, a la entrada de la fortaleza, a modo de Centro de Interpretación de la Memoria, y ofertar unas visitas guiadas al penal. Sin grandes inversiones; tan solo las que se dedican a remar en sentido contrario, a la destrucción del patrimonio.

El disfrute del monte para la ciudadanía quedará salvaguardado con la puesta en marcha -que se eterniza- del Parque comarcal Ezkaba, impulsado por la Mancomunidad, que debiera regular el acceso rodado al monte, priorizando el disfrute de paseantes y ciclistas: senderos de montaña homologados, rutas de BTT, así como paneles explicativos de la fauna y flora del monte…

Queda pendiente impulsar un proceso de participación ciudadana, un debate sobre el destino de la fortaleza, de tan profunda huella en la historia penitenciaria, escenario de la ofensa, en palabras de Primo Levi, superviviente de Auschwitz.

En las Jornadas sobre simbología dictatorial en 2017 organizadas por el Gobierno de Navarra, se insistía en la conservación del patrimonio y la resignificación democrática de estos lugares, convirtiéndolos en espacios de memoria. Como se ha hecho en Gurs (Francia), donde estuvieron encerrados cientos de navarros, en los campos de concentración de Buchenwald o Dachau, o la cárcel de Robben Island, lugar de cautividad de Mandela y tantos opositores al apartheid.

Mientras tanto, se espera de la cordura de algún responsable con mando en plaza que frene que la tranquila carretera al fuerte se convierta en un evitable riesgo para la ciudadanía.

Autor de ‘Los fugados del fuerte de Ezkaba’