omo integrante de las Fuerzas Armadas (en la reserva), y dado el cariz que está tomando la situación política de la nación y los difíciles momentos por los que atraviesa su majestad como Jefe del Estado y Capitán General por tierra, mar y aire, me veo en la obligación de aportar mi granito de arena ofreciéndole unos humildes consejos por si fuesen de su interés y estimase tenerlos en cuenta.

Ante las profusas informaciones que aparecen desde hace ya un tiempo en los medios de comunicación estatales y extranjeros en relación con los negocios familiares y las actividades de gestión monetaria en diversos paraísos fiscales de su padre, el Rey Emérito, creo que habría que actuar sin complejos e implementar un plan de acción que, si bien no elimine de facto a las tres cuartas partes de la población, como inocentemente aconsejaban los 271 reservistas probablemente enardecidos por el fragor de una copiosa sobremesa, sí que dé una vuelta a la situación y revierta los problemas en oportunidades de éxito. Una campaña divulgativa que muestre la sencillez y franqueza de sus humildes orígenes y cómo a lo largo de su vida se ha labrado un porvenir de persona austera, ahorradora y servicial como pocas, y cuando digo "como pocas" es eso mismo lo que quiero decir. Ejemplo de soldado, padre y profesional donde los haya, que, con un sueldo tan poco acorde con sus merecimientos, ha conseguido amasar una bonita fortuna. De él deberían aprender las nuevas generaciones y apreciar cómo, a base de esfuerzo y abnegación, se puede conseguir todo en la vida. O casi.

Por otra parte, el cuestionamiento de la institución monárquica y la unidad de la patria, vistas las prioridades del personal de ir a comprar al súper, buscar curro y conseguir llegar a fin de mes, no parece que vaya a suponer un quebranto excesivo en la credibilidad y afección al trono, toda vez que el bullicio reivindicativo puede ser combatido con más ruido y más banderas de España. Que estén la bandera y el himno de España en todos los lados: en los móviles, en las calles, en los autobuses, en el felpudo de las casas, en los calcetines, en el papel higiénico, en las farolas, en los campos de cereal, en las aguas territoriales...

Y eso de que "la soberanía nacional reside en el pueblo español" no tiene razón de ser, ya que todo el mundo sabe que el Rey es un primus (con perdón) inter pares y que un soberano no puede estar por debajo de nadie ¡faltaría más!. Hay que reivindicar los valores de la monarquía como legitimación de la soberana hegemonía consuetudinaria y genito familiar del Estado de Derecho. Un rey tiene la potestad de ser soberbio, veleidoso y arbitrario si le da la gana; instituido como está por la gracia divina, se perpetúa en un alarde de hemoglobínica discriminación positiva de su linaje poltronero.

Las leyes son iguales para todas las personas, somos las personas las que no debemos ser todas iguales para las leyes.

El autor es cabo con botas (en la reserva)