ueridos Reyes: en los tiempos de prolongada reclusión, del temor y la incertidumbre tan empoderados, toma especial sentido vuestra Epifanía, vuestra perenne manifestación de esperanza. Hoy buena parte de la humanidad busca un Belén en el que refugiarse, algo grande y superior ante lo que postrarse. Siquiera un poco asfixiados por la mascarilla, ahora más que nunca caminamos con vosotros, no quitamos el ojo a vuestra Estrella. Sentimos vuestros pasos sobre una nieve que no se derrite, vuestra presencia cercana fortaleciendo una confianza que nunca muere. Disculpadnos si no os recibimos en las calles blanqueadas, os daremos la bienvenida en lo profundo de nuestras más íntimas alamedas.

No os pedimos que desaparezcan los problemas, sino coraje y solidaridad para atenderlos. Necesitamos toda la mutua comprensión que sepan acarrear vuestras jorobas. Nos consta que no es poca. En los tiempos de grandes desafíos como los que vivimos ahora, necesitamos aguzar la capacidad de comprendernos los unos a los otros. Las diferentes recetas a las crisis se complementen, no nos enfrenten; nos inviten a comprender la cuota de razón que conlleva de habitual la buena voluntad ajena.

No llenéis nuestras casas de cosas, llenad más bien nuestros corazones de una comprensión sincera y amorosa. Hoy más que nunca mutua compasión entre los humanos. Nuestras diferentes formas de pensar, de encarar el ahora y sus retos, no deriven en conflicto. Amor para con la Tierra nuestra Madre entre las primeras devociones humanas, pues ha sido esa destrucción de la naturaleza la que en mayor medida nos ha traído el mal que ahora llena los noticiarios. Solo ese atento cuidado nos permitirá salir del apuro en el que nos encontramos.

En el enero del Brexit ya consumado, os pedimos más interrogantes sobre todo género de fronteras. Si sobran en la política, también están de más en el territorio de la fe. Gocemos de arrodillarnos ante otros altares. Os pedimos anhelo de comunión, de que credos, razas y naciones sumen almas y voluntades. Perdure y se contagie a otros continentes el ejemplo de la Europa unida. Más pronto que tarde podamos olvidar nuestros pasaportes, más pronto que tarde no los debamos mostrar en ninguna aduana. En la hora de los populismos desbocados, en el momento que algunos líderes tratan de hechizar a sus naciones para que sean más grandes que las otras, aguzad el sentido de igualdad humana, de conciencia planetaria. Deseo por lo tanto de que todas las naciones sean grandes, de que se ayuden unas a otras, para ser igualmente enriquecedoras de este planeta tan diverso y hermoso.

Ayudadnos también a bajar el termostato de la Tierra. La temperatura no aumente, los hielos no se derritan, las especies no se extingan, sobre todo los humanos no se sigan muriendo de hambre. Los cayucos a los mares solo por ocio, tras la brisa marina, tras la inmensidad oceánica, nunca jamás por un agujero en el estómago. Nadie acaricie en el bolsillo con pena la llave de su ya lejana casa. Respiradores por lo tanto para todos, aliento de vida para quienes no tienen qué llevarse a la boca, para quienes padecen pandemias más controlables que la del covid, para quienes soportan azotes cuyo remedio está al alcance de nuestra mano. Rompamos, con cereal de a euro el kilo, el confinamiento de la miseria, la servidumbre de la penuria. Los últimos de la tierra solo disparen contra los terribles enemigos de la escasez y la indigencia. Yemen, Etiopía, Siria€ abran los telediarios con la rúbrica de una paz duradera. No se demoren futuras misivas aligeradas de dolor humano. Llenemos más pronto que tarde los buzones de urgida aurora.

Vuestra sabiduría de Oriente nos ayude a discernir lo sostenible del urgido remiendo, las soluciones auténticas y duraderas de los parches coyunturales. De cualquiera de las maneras que la libertad siempre prevalezca. Nadie imponga a nadie en razón de sus criterios. Vuestro conocimiento de otros mundos ahuyente el miedo a la muerte. Forjados vosotros en largas travesías, abridnos a la visión del periplo de una vida que no trunque un diminuto virus. Si vuestra estrella nunca dejó de brillar, si nunca se desmoronó de los cielos, también estos deseos alcancen su celeste bóveda. Si vuestra magia no se ha apagado, si ha perdurado de generación en generación, pueda ayudarnos a superar esta enfermedad que ha detenido el mundo.

Esta hora tan singular lustra si cabe más los zapatos que os ponemos, alarga la carta de nuestros sentidos anhelos. Nunca posamos la mirada en el Oriente con tanta expectativa, ni aguardamos con tanto fervor vuestra llegada. Queridos Magos de Oriente, venid pronto, que todos estos obsequios intangibles bajen por todas las chimeneas tangibles; que las sonrisas congeladas en marzo lleguen a todos los labios, que el alimento a todas las mesas y la esperanza a todos los corazones. Siempre gracias.