El pasado domingo, el cronista o aspirante -no oficial (supongo)- de la ciudad saltaba al ruedo, dando cuenta de que eso de la puerta del Ayuntamiento ya lo sabía todo el mundo -o casi- (al menos él, sí). Y, como él propone, vayamos por partes: en primer lugar, hasta donde yo conozco o he sabido, ni en el estudio realizado, ni en el reportaje periodístico, como tampoco en el Pleno del Ayuntamiento en que se trató el tema, ha dicho nadie que se haya producido robo ni apropiación indebida. Sencillamente se constatan unos hechos: existía una puerta barroca que se retira -no se derriba ni destruye- en la reforma de 1952 y que, sin atender la sugerencia del arquitecto Sr. Yarnoz para su conservación, reubicándola en un destino y localización concreta y digna, se coloca en una propiedad privada. No es por tanto “otra cosa si es o no pertinente que esté allí un patrimonio de todos”: esa es precisamente la cosa, la cuestión en sí. Y disiento de que el contexto sea la conservación de la puerta y la salvación de la misma, que atribuye al Sr. Huarte por haberla colocado en su finca -argumento que, por cierto, se utiliza en cuantos países (Francia, Reino Unido, p.e.) exhiben bienes propios de otros conquistados por ellos (Grecia, Egipto, p.e.)-. A mi modesto entender, la que llama “su opinión” emitida ya desde el tendido preeminente de que dispone en este medio de comunicación, es una forma de echar un capote para inclinar hacia un lado concreto la opinión de otros lectores sobre un hecho que, sencillamente, requiere ser explicado.Me sumo, desde luego, a las aclaraciones que propone y demanda el cronista con relación a otros bienes de muy diversa índole, cuyo paradero se desconoce, y le animo a que, desde su erudición en la materia, indague, investigue y nos informe a sus lectores con la amena forma y gran conocimiento que le caracteriza. Y he de añadir que, ya puestos a dejar caer que en general los pamploneses -o nuestros regidores de cada momento- somos descuidados y negligentes, cuando no despreocupados y sobre todo desconocedores de nuestro propio patrimonio (y sin duda algo de razón tiene, especialmente en cuanto a los dos últimos epítetos), podía haberse extendido en citar la barbaridad del expolio llevado a cabo en la Plaza del Castillo o, por qué no, el asunto de la inmatriculación de bienes por parte de la Iglesia, también de plena actualidad en este momento.Por mi parte confío en que, sobre todo, la cuestión quede suficiente y debidamente aclarada y, si es el caso, el Ayuntamiento recupere para la ciudad la controvertida puerta barroca del Archivo y con ello dé inicio a un camino similar en cuanto a los diversos bienes que, por las razones que fueren, no permanecen bajo custodia municipal siendo patrimonio de Pamplona y de todos los pamploneses y pamplonesas.