Ya hemos cumplido un año del comienzo de la pandemia del coronavirus. La llegada de las vacunas y su rápida aplicación en las personas inauguran un nuevo periodo, abierto a la esperanza. Y en África, a la realidad de la pandemia se unen las consecuencias catastróficas económicas en un continente de por sí empobrecido. En nuestro país, uno de los efectos más visibles de la pandemia es el aumento del número de inmigrantes extranjeros. Ya lo dijo el papa Francisco, nunca se dirá de los inmigrantes que no son seres humanos, pero en la práctica, con las decisiones y en el modo de tratarlos, son menos valiosos, menos importantes y menos humanos. Duele mucho aceptarlo, pero es así.