Esta mañana se me ha roto un plato de los que yo quería con toda el alma, porque era bonito, porque lo compramos en un viaje y porque son de esas cosas que te acompañan durante la vida sin darte cuenta y cuando se rompe es como si se te hubiera muerto alguien que quieres. Parece una tontería sin sentido, pero no lo es. Más se perdió en Cuba. A fin de cuentas es solo un plato. Ya, pero si es un plato decorado tenue, que has comprado en Grecia, en Capadocia o donde te apeteció en un viaje loco por Francia o Andalucía, vete a saber dónde (ahora mismo no recuerdo dónde), te duele. Menos mal que la jefa-etxekoandre, que tiene muy buen gusto, compró media docena y todavía sobrevive el resto de esta cerámica a mis torpes manazas.Un disgusto bastante gordo que quizá lo pueda aliviar troceándolo para convertirlo en mosaico que me recuerde palomas en la fuente, flores de color y olor suave, tulipanes de colores o trigo. Ya se verá; de momento, está hecho trizas y más parece un mazo de nervios marchitos que tiestos de helechos, capullos de rosas amarillas y begonias, en lo que podría convertirse. De momento me sirve para hilvanar una cháchara suave colorida en mi mollera, que puede cristalice en mi tristeza. El tiempo lo dirá. Quizá cualquier día con los primeros gallos llegue la inspiración.Os lo contaré.