Tengo por costumbre darme un garbeo casi cotidiano en bici, dando la vuelta al Valle de Aranguren; al regreso paso siempre por la avenida de Galicia y retomo el carril bici por la Vuelta del Castillo; luego cojo la calle Esquíroz hasta el final, siempre por carretera.Así pues, el 15 de junio, me coloqué ante el semáforo del bar Sol, esperando su puesta en verde para proseguir, detrás tenía una furgoneta de la Policía Municipal, que, al parecer, colijo que continuaron la marcha acompasándola al ritmo de mi bici y me pillaron en una maniobra incorrecta de dos metros para incorporarme al carril bici de la Misericordia; algo me pareció oír, una especie de jaculatoria: "Señor, Señor", pero pensé que no iba conmigo; no tengo el rabillo del ojo tan desarrollado como aquel árbitro de fútbol (Andújar), que tenía el don de ver a sus espaldas.El caso es que, ¡oh, sorpresa!, a la altura del bar Amabella, aparece el vehículo policial cerrándome el paso, en una maniobra casi cinematográfica, que hizo parar en seco a los viandantes que por allí transitaban. Resultado: que si tenía mascarilla (la tenía), que me identificase, que había ido en dirección contraria; esta última frase me la repetía redundantemente el agente nº 0479. La receta asciende a 500 euros y la norma infringida la considera el digno agente nº 0479 "muy grave". Que conste que yo no maté a Manolete; eso sí, educación ante todo, el susodicho agente se despidió deseándome un buen día. ¡Viva la Policía Municipal de Pamplona!